La nueva Constitución: sin confianza, no servirá de mucho

En este momento, los ecuatorianos discuten denodadamente el voto en el referéndum por la nueva Constitución. Los partidarios del “sí” y el “no” se enfrentan con más vehemencia que gracia y más violencia que argumentos.

Pero, pase lo que pase, no servirá de nada.

Image:Magna charta cum statutis angliae p1.jpg

Por una razón muy sencilla:

Cuando hay confianza, las leyes no son necesarias; cuando no la hay, las leyes son inútiles.

19 thoughts on “La nueva Constitución: sin confianza, no servirá de mucho

  1. alf says:

    No se puede estar de acuerdo. No son los individuos, desde su confianza o voluntad, los que hacen la historia, sino los pueblos y las colectividades. Y el país está confiando en el cambio, sino no se hubieran ganado las elecciones…

  2. Hola!

    Coincido en que la “voluntad” no necesariamente produce cambios. Sin embargo, discrepo profundamente con la idea de que sean “los pueblos” los gestores. “El pueblo” no es más que un nombre para un colectivo de individuos. “El pueblo” no tiene decisión, opinión, ideas, voluntad, consciencia… Los individuos sí. “El pueblo” no toma decisiones; cada individuo lo hace. De hecho, son los individuos, y sólo estos, los que hacen la historia; así como sólo los individuos pueden leerla, reproducirla o alterarla.

    Como decía un profesor mío: “cuando oigo hablar de ‘identidades colectivas’, automáticamente lo traduzco a ‘mitologías'”.

    La agregación de las decisiones individuales es un proceso complejo y equívoco, que depende profundamente de los métodos de votación seleccionados (como demuestra, entre otros, el trabajo de K. Arrow).

    La teoría del “alma colectiva”, de raíces platónicas y hegelianas, ha sido concienzudamente desmentida por la sociología y la psicología contemporáneas. Pervive, desde luego, en ciertos oscurantismos más o menos marxistas, en los facilismos new age, los nacionalismos violentos y los historiadores inspirados en Spengler y su obra magna. Todo lo que pretendía “explicar” se explica, y mejor, desde la perspectiva del individualismo metodológico.

    Finalmente, en efecto, “el país” (o sea sus individuos) esperan un cambio. Pero el mecanismo para lograr ese cambio es el mismo que hemos empleado 18 veces antes: cambiar la Constitución. Nunca antes ha funcionado: ¿por qué iba a hacerlo ahora? Lo que es más: ¿de qué sirve cambiar la Constitución en un país que tiene por costumbre no respetar la ley?

    El que esa propuesta haya ganado las elecciones tiene menos que ver con su pertinencia o eficacia que con el desengaño de los anteriores gobiernos, francamente inútiles, corruptos y mercantilistas.

    Es cierto: se necesita un cambio. Creo que todos coincidimos en ello. Pero no cualquier cambio, naturalmente; sólo uno que sea beneficioso. Cuando un paciente está gravemente enfermo, ¿le das la primera pastilla que encuentras? No: le das la que sabes que puede curarlo. Porque darle cualquier otra lo puede matar.

    Lo mismo se aplica en este caso. Suponer que “el cambio” se dará por sí solo luego del referéndum es una muestra de pensamiento mágico, igual que creer que una aspirina podrá curar un cáncer.

    Sí: necesitamos un cambio correcto y profundo. Necesitamos cambiar nuestra forma de vivir y ver la vida; en concreto, necesitamos aumentar la confianza, que es dramáticamente baja en nuestro país. Sólo así nos convertiremos en una sociedad amistosa, colaborativa y emprendedora.

  3. rodrigo carrillo says:

    Coincido con mi amigo Esteban!!! el pais son los individuos, el cambio empieza desde uno y termina desde uno, z digo desde pues sino se cambia individualmente, z desde uno no hay mucho que decir. De hecho hoy el anonimato es una gran forma de justificar la “falta de identidad”, la inseguridad, z mas cosas. La confianza en uno, desde uno para el otro, y no soy cristiano. En el campo intersubjetivo hemos de entender los intercambios simbolicos que damos, si damos recibimos. La formula es muz simple

    Yo cambio,
    Tu cambias,
    El/Ella cambia,
    Nosotros cambiamos,
    vosotros cambiais,
    Ellos cambian,
    En suma: TODOS CAMBIAMOS SI YO CAMBIO

  4. Me ha gustado mucho esa forma de ponerlo: “si yo cambio, todos cambiamos”. Sólo añadir que la obra de Ortega y Gasset analiza muy a fondo al “hombre masa”, que se escuda en el anonimato, la desresponsabilización y las “órdenes superiores”.

  5. Daniel Mancero says:

    Muy cierta la definición: sin confianza, nada serviría.
    ¿Pero cómo crear confianza? Desde las garantías.
    Este proyecto de Nueva Constitución tiene sólidas garantías, pues equilibra los sujetos de derecho, desde la igualdad.

    A propósito:

    Para poder explicarme, parto de dos conceptos principales:

    a) una constitución procura las reglas para el funcionamiento de un conglomerado
    de personas, donde cada una es un individuo, y a su vez, parte de la gran masa (la sociedad).

    b) Las leyes se ejecutan mediante su interpretación, en la praxis.

    Si queremos tener una constitución que brinde garantías, debemos partir de una idea básica e irrevocablemente necesaria,
    que es la de igualdad: si hay quienes son protegidos, y quienes no, la igualdad no existe.
    Desde la constitución del 98, las garantías ciudadanas se basan en la libertad del individuo y en la propiedad privada, como derechos primarios.

    Detengámonos en esto:
    Individuo: Persona perteneciente a una clase o corporación. (Diccionario de la lengua Española, 22 edición)
    Clase: Orden en que, con arreglo a determinadas condiciones o calidades, se consideran comprendidas diferentes personas o cosas. (Op. Cit.)
    Corporación: Organización compuesta por personas que, como miembros de ella, la gobiernan. (Op. Cit.)

    Por esto, es necesario considerar al individuo desde una visión más abarcadora:

    Artículo 11, inciso 1 del proyecto de Nueva Constitución:
    “Los derechos se podrán ejercer, promover y exigir de forma individual o colectiva ante
    las autoridades competentes; estas autoridades garantizarán su cumplimiento. ”

    Aquí encontramos una garantía: ninguna persona podrá ser tratada distintamente, en cuanto a sus derechos, pues ya no es solamente considerada como individuo (lo cual es vacuo en concepto), sino como sujeto, desde la colectividad:
    siendo así, la pluri-culturalidad deja de ser incompatible con el ejercicio de la justicia;
    cada colectividad puede tener una representación, y un ejercicio legal acorde a su y a las demás culturas.

    Garantías e igualdad:

    Somos iguales en nuestras necesidades, y es en esto donde debemos practicar tal igualdad; siendo así, el Estado debe garantizarnos aquello que todos necesitamos por igual (Alimentación, Educación, Bienestar Social, Salud);
    Por otro lado, si partimos del derecho de propiedad, como un derecho primario, encontraremos in-equidad desde un principio, pues el Estado no puede garantizar nada equitativamente desde las desigualdades.
    El derecho desde la propiedad es legítimo como tal, pero no puede estar por encima del derecho desde la igualdad, pues el Estado debe proteger a TODOS quienes conformamos esa colectividad.

    ¿Por qué No al No?

    Las ideas para desbaratar el plan de la Nueva Constitución, hasta ahora, han sido insistencias referentes al aborto, al matrimonio gay; debates sobre moral, que no deben entrar en el campo legislativo, pues no hay reglamento ni disposición compatibles con lo moral (lo ético, que es práctico), como tal: la Constitución, como definida al inicio de esta carta, procura las reglas de juego: no lo ejecuta.

    Además de esto, últimamente apareció otra herramienta para quienes propugnan el No: las disposiciones de transición.
    En cuanto a esto, se habla de la posible uni-lateralidad política, donde la oposición pudiera quedar totalmente fuera… donde todo el poder pudiera concentrarse en una solo grupo…Es cierto, pero ¿no es lo que ya pasa, actualmente?
    La oposición perdió fuerza cuando se debatía sobre los proyectos para gobernar y legislar: quienes ganaron como mayoría ganaron legítimamente, pese a quien pese.

    Si las razones para promover el NO tienen que ver sólo con esto, temo que la batalla cae en desigualdad, nuevamente, pues quienes impulsan el proyecto(el Sí), han demostrado hacerlo por lo que en éste se establece; no por temas anexos (que tienen que ver con la moralidad individual), o por la posibilidad de formalizar algo que ya pasa: el gobierno teniendo un poder absoluto, legítimo (aunque duela aceptarlo).
    Las razones para dejar de lado un nuevo marco constitucional (votando NO) siguen siendo secundarias (salvo la tocante con la Transición), y esto demuestra interés (de quienes lo promueven) por mantener el “Status Quo”, que, sabemos, es inicuo;
    en lo referente a la transición, pasa lo siguiente: el nuevo poder representativo del país es el del actual gobierno (legítimo, repito), y si se mantiene como tal, que es lo que procura desde las disposiciones transitorias, logrará “gobernabilidad” (¿por primera vez?), sumando todo el riesgo que esa concentración de poder representa:
    en el período de transición, no es lo más correcto encargar todo el poder de representación a un grupo. Lo idóneo sería re-elegir a quienes, desde esta nueva carta, legislarán, pero: ¿funcionaría esto de otra manera?. Aún con una oposición activa, permitida de participar durante este período, quienes formularon este proyecto constitucional son quienes parecen poder utilizarlo, pues parecen ser los únicos que lo conocen, y los únicos que gozan de legítima representación para hacerlo.

    Entonces, ahora el debate es otro:

    ¿Cuáles son las razones (ya no inclinaciones), por las cuales defender el Sí o el No?;
    y,

    Votando nulo, ¿qué se espera? Que llegue otro plan de cambio, para serle indiferente nuevamente, logrando copiar el interminable destino del ” Ourovourus “?

  6. Hola Daniel!
    Gracias por tus comentarios. Unos cuantos apuntes:

    1. Sí, hace falta crear confianza. No: la investigación demuestra que “las garantías” no sirven para crearla. De hecho, no es desde el Estado que se puede intervenir para construirla, sino desde la vida cotidiana. La confianza forma parte de lo que se ha llamado, desde tiempo inmemorial, “tradición” de un pueblo. Todo Estado, de hecho toda Constitución, transcurre dentro de dicha tradición. Por consiguiente, no puede cambiarla.
    ¿Evidencia? Cuando se promulga una ley que contraviene los dictados de la tradición, es imposible de ejecutar, por más penas que se impongan. La gente se las arregla para evadirla. Asimismo, años de campañas de salud han demostrado que cambiar hábitos de larga data es casi imposible (Como lavarse las manos después de ir al baño).
    El que la confianza no se puede crear desde el Estado es obvio cuando reparas en que, de hecho, el Estado se funda sobre el antónimo de la confianza, que es el monopolio de la fuerza; es decir, la coerción. La confianza se funda, en cambio, en la buena voluntad. Sólo confío en alguien cuando corro un riesgo con él. Si existe coerción que reduce el riesgo, ¡no confío! Antes bien, me aseguro.
    ¿Ves? Es muy sencillo.

    2. ¿”Iguales en nuestras necesidades”? ¿Seguro? Depende de quién defina qué son las “necesidades” en que se nos supone “iguales”. ¿Alimento, techo, educación, salud? Vale. ¿Por qué no añadir la cultura? Tú, por ejemplo, no podrías vivir decentemente sin tener acceso a un piano, ¿no? Yo, sin libros. Otra gente, sin cine. En fin. De hecho, ¡si en algo nos diferenciamos es en nuestras necesidades! ¿Por qué, si no, hay una variedad casi infinita de productos del mismo tipo?
    Hay una sencilla explicación evolutiva que la mayor parte de teóricos del totalitarismo prefieren ignorar: la variedad es esencial para la supervivencia de una especie. Lo mismo se aplica a la arena política.

    3. Este quién define las necesidades es, en el caso de constituciones autocráticas como la que nos ocupa, un funcionario; o sea, el Estado. Fíjate lo que esto supone. Hablamos con frecuencia de la inequidad y la distribución de la riqueza. Pero nunca de la redistribución del poder. Cuando, en esencia, es lo que se necesita: repartir el poder, no concentrarlo cada vez más. Esta Constitución lo concentra de manera inusitada; es decir, acentúa, no atenúa, una de las principales causas de la inequidad en el país.

    4. Me parece que si extraemos de tus argumentos las lógicas consecuencias, se caen por su propio peso.
    Por ejemplo, me asombra eso de “es cierto, pero ¿no es lo que pasa ya?” “Sí, el paciente tiene una infección grave y puede que muera. Pero como ya están infectados los pulmones, infectemos no más la garganta… ¡Total, ya está infectado!”
    ¿A quién se le ocurre resolver un problema haciéndolo más grave?
    Precisamente este es uno de los componentes más destructivos de la historia ecuatoriana: la repugnante concentración de poder en una sola mano o grupo. ¿Qué tipo de argumento es “esto es muy malo; pero como ya sucede, aunque de manera informal, vamos a hacerlo aún más intenso y a consagrarlo en la constitución”? ¿Acaso algo malo o destructivo se vuelve benéfico porque así decidimos dictaminarlo en nuestras leyes?

    5. Me parece que una somera revisión de la historia demuestra que toda autocracia conduce a la miseria, la destrucción y la violencia. Es triste testimonio de la pobreza de nuestra educación que prefiramos estas aparentes soluciones autoritarias sin reparar en que amenazan con destruir el poco país que nos queda y la escasa institucionalidad con que contamos.

    Me temo que, en esto, nuestras premisas divergen. Discutirlas va más allá del tema sí-o-no; implicaría discutir lo que es un estado, cómo debe funcionar y etc. Sólo te apunto una cosa: la URSS ya intentó la economía centralmente planificada, y mató a millones de campesinos en el intento. ¿Por qué no aprender de la historia?

    6. “Los únicos que gozan de legitimidad para usar la Constitución son sus autores”. Entonces, cuando votemos de nuevo y gane otro Presidente, le tocará, una vez más, cambiar la Constitución, ¿no? A menos, claro, que nos quedemos con RC hasta su muerte. ¿No es esto una monarquía de facto? ¡Curioso, empezar hablando de “garantías” y terminar defendiendo sin saberlo la legitimidad de una monarquía o un gobierno vitalicio!

    7. Pensemos no en el sí-o-no inmediato sino en el más allá. Luego de 10 años, ¿que sucederá? Todos los regímenes totalitarios y autocráticos han dejado una estela de dolor, violenca, corrupción, pobreza, desigualdad y rencor. ¡Todos, sin excepción!
    Mira la ex-URSS. Su caída dio pie a la creación del sistema más poderoso y extremo de crimen organizado, a una corrupción repugnante y monstruosa y a niveles de miseria antes impensables. Porque una vez que una sociedad se adentra en el autoritarismo, sólo sale tras décadas de dolor y a un costo social gigantesco. ¿Es eso lo que queremos?

    8. Mi postura no es “con la oposición”. Creo que la oposición también está equivocada. Y de hecho, que comete el mismo error que los redactores de la constitución: creer que el Estado lo puede todo. Desconfiar de cada individuo. En suma, apostar por aumentar el control, no por reducirlo. Esto, a nivel individual, produce trastornos graves. A nivel social, países totalitarios que se agotan a sí mismos y malgastan su riqueza en el inútil intento de controlarlo todo.

    El error de la Constituyente, pero también de la derecha de toda la vida, es creer que se puede “moldear” una sociedad dictando una serie de normas, como en este caso la Constitución. Eso es falso. Una sociedad es un “orden espontáneo”, como lo es un bosque. Y así como no se puede ordenar la manera en que crecerá un bosque, no se puede organizar una sociedad. La voluntad humana, el pensamiento humano, son parte de la sociedad, no sus creadores o artífices.

    Tanto la derecha como la izquierda se equivocan en esto. Aquella ve al ser humano como esencialmente pecaminoso y se lanza a enderezar su alma a la fuerza; “no abortes”, etc. Esta lo ve como esencialmente solidario pero individualmente indefenso y lo convierte en parte de una masa para “darle poder”; la “propiedad colectiva” y demás desatinos.

    Pero ¡ninguna confía en él! Ambas lo usan como plastilina que moldear (¿recuerdas al “hombre nuevo” de los soviéticos y los cubanos? ¿En qué terminó?)

    Una vez más, la confianza; una vez más, se necesita de confianza para que funcione un estado, y no a la inversa.

    9. No, Daniel. Debemos ir más allá del sí y el no. ¡Eso no es lo importante!

    El cambio urgente que el país necesita requiere más compromiso que el inútil acto de votar “sí” (o “no”) en las urnas. Requiere que reparemos en nuestra conducta cotidiana, que prestemos atención a la forma en que vivimos y vemos el mundo y a los demás. Requiere, en suma, del concurso de cada individuo, no de las colectividades. El mundo se cambia pacífica, no violentamente; individualmente, no escudándose en una masa.

    Por eso, mi postura no es anti-sí ni pro-sí. Si gana el sí, pasarán ciertas cosas; si el no, otras cosas. En ambos casos, el problema de fondo se mantendrá y acentuará. En ambos casos, si nuestro compromiso se limita al voto, en diez o quince años estaremos peor que ahora.

    Lo que afirmo trasciende la discusión sí-no en este referéndum. Lo que propongo es simple: ¡dejemos de depositar nuestra esperanza en los demás! Dejemos de limitar nuestro compromiso con el país a votar por cada nueva y aparentemente revolucionaria propuesta. Dejemos de confiar en que los políticos, los partidos o las constituciones van a cambiarnos, y comencemos a hacerlo nosotros mismos.

    Sólo existe un modo de cambiar el mundo, y es cambiándome a mí mismo. Tal vez ha llegado la hora de intentarlo. Y se empieza por el ejemplo, por cambiar y demostrarte a ti y a los demás que es posible, saludable y bueno.

  7. Daniel Mancero says:

    Hola!

    Estoy de acuerdo. La solución no es un simple voto!(y nunca pensé de tal modo). Sin embargo, creo que, ganando el sí, hay mucha más posibilidad de actuar, que si “no”.
    Y es cierto que las costumbres de la gente no cambian a la fuerza, pero son evolutivas (adaptación), y mediante garantías, esta evolución no se frena.
    Estoy de acuerdo en todos los razonamientos sobre el por qué las leyes, como tales, no logran cambio alguno. El cambio es individual, pero lo otro va con esto, pues a partir de las leyes, creamos un juicio de cómo actuar. (Si ahora es “mejor visto” el tomar alcohol que el consumir marihuana, por ejemplo, se debe a las leyes, aún cuando lo primero es más dañino que lo segundo.)

    Y sobre las igualdades:
    Es cierto que yo tengo distintas necesidades superiores que tú, y que nosotros, de los demás; me refiero a las necesidades básicas (que se definen como lo imprescindible: alimento, seguridad social, educación básica).

    No confío en la pomada del sí; confío en que, desde esta, podremos actuar (nosotros, quienes debemos empezar a ejercer activamente nuestros derechos políticos).
    Estas garantías tampoco están dadas solas, pero podemos llegar a ellas.

    De una u otra manera, todo depende de nosotros, como individuos que quieren cambiar (y esto siempre lo hemos creído y defiendo), pero, referente a la posibilidad del ejercicio del derecho individual, el panorama es mejor, “si sí”.

    En cuanto a la acomulación de poder, no me refería en el sentido de “porque ya esté hecho, mantenerlo o agrandarlo”; me refiero a que se pretende solucionar el problema de tal acomulación, a sabiendas que es legítima (tal vez, lamentablemente), interrumpiendo todo lo proveniente de quienes ahora consolidan ese poder, sin necesidad de entrar a debatir lo que en verdad se ha trabajado.

    Y todo esto depende de la confianza (por eso lo digo), pero tengo confianza en que, luego de todo esto, quienes gozamos del poder de mandantes lo podamos ejercer, realmente.
    Saludos,
    Daniel

  8. Saludos!

    En realidad, las leyes no influyen sobre el juicio, sino al revés. Es la forma habitual de comportarse, los “mores”, los que generan las leyes y les otorgan legitimidad.

    Desde luego, la visión romana (y napoleónica) del derecho positivo es que la legitimidad de un dictamen proviene exclusivamente de quien lo ha dictado; así, un dictamen aprobado por mayoría es “legítimo”, o uno proclamado por un rey.

    Pero, en la realidad, las sociedades viven de acuerdo con leyes tácitas; es tarea del legislador comprenderlas y expresarlas, no modificarlas. Como verás, nuestra cultura tiene una lamentable influencia del derecho positivo. Cada vez que tenemos problemas, ¡cambiamos la Constitución! ¡Como si eso solucionara algo! Como si emitir leyes cambiase el modo en que afrontamos el mundo.

    Por eso, las grandes proclamas acompañan siempre la negativa a ver los hechos como son. Estoy seguro de que has visto este fenómeno en diversos espacios; este, la Constitución, es uno más. Se hace lo de siempre, pero se lo encubre haciendo promesas maravillosas. La política es igual de corrupta o más, pero nos entretienen con métodos clientelares y populistas y con la promesa del nuevo amanecer postconstitucional.

    Me llama la atención que creas que hay más oportunidades para nosotros, de ganar el sí. Tal y como está redactada la constitución, eso otorgará poderes casi omnímodos a quienquiera sea presidente. Es decir, nos restará poderes a todos los demás (¿recuerdas lo de la distribución del poder?) Por ende, nuestra libertad será menor que ahora. Como dije antes, la historia demuestra que una vez que un país entra en la senda de la autocracia, sólo sale con sufrimiento y pobreza.

    Para mí, el peligro de la acumulación del poder supera cualquier otro, de lejos. Mira a tu alrededor: los países más miserables son los que están gobernados por un sátrapa tirano y omnímodo.

    Supongo que nuestra visión de lo que es la democracia es muy diferente. Para mí, tiene que ver con la libertad de creencia, la protección del ciudadano ante el estado y la alternancia pacífica de gobiernos y políticas, regido todo por el imperio de la ley. ¿Y para ti?

    Sobre las necesidades, insisto: ¿quién dice cuáles son las más “básicas”? Tú mismo: “educación básica”. ¿Dónde termina? ¿Al aprender a leer y escribir? ¿Al sumar? ¿En la universidad? Lejos de haber acuerdo sobre esto, lo tendrá que decidir un funcionario. Esto es: ni tú ni yo, sino el Estado. ¡Menos poder y libertad de acción para los ciudadanos!

    Y más aún: ¿cómo cubriría el estado los gastos de estas necesidades? Porque imagino que es lo que propones… Pero recuerda que el estado gana dinero de nuestros impuestos, nada más. Y que en diez años nuestras reservas petroleras se acabarán. ¡No veo a la gente del gobierno pensando en cómo preparar al país para ese momento! Antes bien, los vemos pensando en explotar más petróleo todavía…

    Te sugiero leer el trabajo de James Tooley, que demuestra que en el continente más pobre del mundo, son las escuelas privadas, no las públicas, las de mejor calidad. La gente en Africa prefiere poner a sus hijos en escuelas privadas, aunque sean ilegales, porque las públicas dejan muchísimo que desear: profesores que no van nunca a clase, infraestructuras carcomidas, etc… Casi lo mismo que aquí.

    En fin. Yo, en cambio, tengo confianza no en la constitución sino en ti, en mí, y en todos los demás. En conversaciones como esta.

    Y repito: mientras miremos el sí (o el no) como alternativa, mientras no veamos más allá, nada va a cambiar.

  9. Daniel Mancero says:

    Pues mi idea es mirar más allá.
    Las leyes infuyen sobre el comportamiento (por algo, es menos condenable la consumición de alcohol, por ej., que de marihuana, aún a sabiendas de su efecto dañino);
    y sí: el consumo de alcohol se debe legal por la costumbre de ingerirlo, pero el amparo legal es un factor de “afianzar” tal comportamiento. Las costumbres son como la rueda grande del coche, y la rueda pequeña que es la que dirige, (aunque descanse sobre sí menos peso) es la de las leyes…

    Insisto en decir que no creo que el sí o no cambien la cosa; creo en que nosotros podemos cambiar la cosa, y en que existen garantías para que seamos “nosotros” (mediante participación), y no “ellos” (como la típica imagen de la política: dejar que los electos hagan, descansando en la ilusión de que al votar ya ejercimos todo nuestro poder político).

    Un abrazo!

  10. jaja!
    Me alegra mucho ver que estamos de acuerdo en lo fundamental.
    Sobre si las leyes cambian el pensamiento o viceversa, encontrarás una expicación más clara de mi argumento (y evidencias palpables) en el artículo publicado aquí:
    http://estebanlaso.com/?p=342
    Para resumir: la investigación parece converger hacia la idea de que la ley depende de la tradición y no la puede alterar significativamente.
    Salud,

  11. Daniel Mancero says:

    Y, sin embargo, las afianza…
    El derecho al sufragio para las mujeres, no esperó ver a todas o a muchísimas haciéndolo; al hacerse ley, se afianzó; al afianzarse, se practicó en masa; al practicarse masivamente, se hizo costumbre…

    Un abrazo!

  12. Nuevamente, te sugiero leer el texto. Te dará más elementos de juicio, que pueden contribuir a cambiar tu forma de ver la relación entre cambio social y legislación.
    En lo individual, el asunto está profundamente estudiado en la psicología del aprendizaje y la influencia. Mientras no consideremos esa evidencia, la discusión será estéril.
    Salud

  13. Daniel Mancero says:

    Gracias por el texto; junto a éste, aparecieron más textos (Maturana, entre otros).

    Pues creo triste la conclusión a la que hemos llegado (por ahora): estando en una “sociedad Hobbesiana”, siempre tendremos desigualdes harto marcadas… y el sueño de cambiar todo, en un período corto de tiempo…

    ¿Soluciones? Sé que diremos que, desde lo cotidiano, lo sencillo, uno las encuentra, pero en estos momentos pareciera insuficiente todo esto…
    Gracias nuevamente,
    saludos

    Saludos!

  14. Hola!
    Me alegro de haber formado parte del proceso de debate. este es el tipo de cosas que nos pueden sacar del arroyo.

    Por mi parte, un par de apuntes. Una: el problema no está en ser “egoísta”. Está en creer que si yo gano, tú pierdes; es decir, en afrontar toda relación como un riesgo potencial, todo intercambio como una confrontación. Está en concebir al “egoísmo” como opuesto al “altruismo”, sin ver una tercera posibilidad.

    No se trata de una elección entre el “egoísmo” y el “altruismo”. Nótese que ambas implican una pérdida: si soy egoísta, tú pierdes, y si altruista, yo.

    Se trata de comprender que ambos podemos ganar. Que puedo confiar en ti, y tú en mí, más allá y por debajo de las leyes. Que este mundo es más rico porque estás en él, y también yo; y que la fuente de la riqueza, de toda riqueza, es la diversidad.

    Dos: yo no lo encuentro desesperanzador, en lo absoluto. Al contrario, me parece muy esperanzador. ¿Te imaginas lo que sería si tuviéramos razón y las dificultades del país se debieran a que tenemos una visión “Hobbesiana”, homo homini lupus? Significaría que podemos dejarnos de experimentos autoritarios y a corto plazo y dedicarnos, acaso por primera vez, a atacar las raíces del problema. Significa que podemos empezar a caminar en la dirección correcta. Que tenemos que cambiar las mentes, no las monedas.

    (A propósito: te lo digo, también, ¡por experiencia propia!)

    Significa, en suma, luz al final del túnel. y ¿qué es mejor: una luz imaginaria a medio metro, o una verdadera y potente a un kilómetro?

    Saludos,

  15. “Hemos creído que sólo con la elección de un presidente las cosas iban a cambiar o que con la aprobación de una nueva Constitución la sociedad ya iba a ser diferente, y no es cierto. Y ahí viene el problema mayor, no es sólo el presidente el que no cumple la Constitución, no es su Gobierno el que no la acepta, es una sociedad que todavía no ha comprendido que la Constitución es una caja de herramientas para construir democráticamente una sociedad democrática.”

    Esto ha dicho Alberto Acosta (http://www.safiqy.org/index.php?option=com_content&view=article&id=2913:alberto-acosta-a-este-correa-le-desconozco&catid=98:politica&Itemid=415)

    El mismo que prometía que con la nueva Constitución íbamos a “refundar” el país. Qué ironía, que sólo tres años después se haya dado cuenta, por fin, de que con cambiar la Constitución no basta.

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