Epifanía a la inversa

Recuerdo haber leído en alguna parte que muchos de los filósofos más importantes han pasado por una especie de “revelación”, bien en la infancia, bien al final de la adolescencia; y que su trabajo filosófico ulterior ha sido invariablemente un intento de descifrar y aquilatar tal experiencia.

Ernst Mach

Sé de cierto que así le ocurrió a Ernst Mach, campeón del positivismo fenomenalista decimonónico (cuyas ideas tuvieron gran influencia en James y en el Círculo de Viena):

Lo superfluo del papel desempeñado por “las cosas en sí mismas” cayó sobre mí de forma repentina. En un día soleado, al aire libre, el mundo se me apareció como formando una masa coherente de sensaciones, sólo más intensamente coherentes en mi ego.
(Citado por D. Oldroyd, El Arco del Conocimiento).

Albert Einstein

También sé que el germen de la teoría de la relatividad fue una pregunta que se hizo Einstein cuando adolescente -una pregunta tan pasmosa que le inquietaría durante años: “Si pudiese ir tan rápido como la luz y me pegase a la cola de un rayo luminoso, ¿qué vería?”

If I pursue a beam of light with the velocity c, I should observe such a beam as a spatially oscillatory electromagnetic field at rest. However, there seems to be no such thing, whether of the basis of experience or according to Maxwell’s equations. From the very beginning it appeared to me intuitively clear that, judged from the standpoint of such an observer, everything would have to happen according to the same laws as for an observer who, relative to the earth, was at rest.
(Citado por M. Polanyi, Personal Knowledge).

El Buddha

Y sé, por último, que la búsqueda del Buddha del nirvana nació de una devastadora conclusión alcanzada en plena juventud: la inevitabilidad del sufrimiento.

La epifanía de Philip Dick

Lo que no sabía era que Philip K. Dick (del que ya hemos hablado) sufrió, ya entrado en años, una suerte de “epifanía a la inversa”, terrorífica y macabra; y que dedicó el resto de su vida a desentrañarla.

Fracasó miserablemente -aunque las páginas en las que consignó su fracaso sean de un interés innegable, no meramente anecdótico: la Cábala, la Gnosis, la pseudociencia y la reflexión se funden en un intento frenético de comprender el acontecimiento. El resultado es una metafísica retorcida y extravagante –bella, a su modo.

Muchos piensan que esta epifanía fue en realidad el primer síntoma de la psicosis de Dick; de hecho, él mismo lo creía así, la mitad del tiempo.

Pero sólo la mitad –a Dios gracias.

Más allá del velo, la Música de las Esferas

Por cierto: el relato de la epifanía se encuentra en este libro.
Mas he dado con una última e inestimable joya: el mismo relato, en forma de cómic, dibujado por Robert Crumb. ¿Quién mejor que él para plasmar una verdad tan orate?

Lo recomiendo intensamente: es una lectura fascinante en grado sumo.

Acaso, también, peligrosa.

Addendum
Toda epifanía tiene su Buena Nueva. Hela aquí: en este lugar se encuentran, en formato digital, en castellano, gratis, al alcance de todos, la mayoría de cuentos y novelas de Philip K. Dick. ¿Qué más se puede pedir?