Esculpir el tiempo

En “El concepto de naturaleza”, Whitehead criticaba despiadada y acertadamente la visión einsteniana del tiempo. Fue para eso que acuñó la célebre frase “misplaced concreteness” -antecesor no muy reconocido de la tan posmoderna “reificación”.

Su argumento era tan simple como devastador. La columna vertebral del estudio einsteniano del tiempo como relativo es la noción de “simultaneidad” -fundada, a su vez, en la de “instante”, equivalente al “punto” en geometría. Mas, así como Leibniz se dio cuenta -contra Newton- de que el “punto” era una mera abstracción, Whitehead comprendió que el “instante” de Einstein era un concepto de altísimo nivel. Así pues, no servía como ladrillo del sistema; era, por contra, su colofón. Tomarlo como punto de partida es atribuir existencia concreta a algo puramente ideal; en los patosos términos de Whitehead, “localizar erróneamente la existencia en tanto cosa”.

No conocemos el espacio a partir del punto; destilamos la idea de “punto” al analizar -esto es, dividir- el espacio, en sí indivisible. No vivimos el tiempo como una sucesión de “instantes” discretos y autocontenidos; seleccionamos hitos de la viscosa marea de la consciencia y los separamos con el fin de ordenarla. La experiencia no es fragmentaria, sino unitaria; no es un montón de gotas, sino un río; no un conjunto de notas, sino una melodía.

Una melodía… Tal vez por eso sea la música la mejor forma de aproximarse al tiempo en toda su pureza; tal vez por eso nos afecte violenta, intempestiva, inexorablemente.

Hacer música es esculpir el tiempo.

El mejor Escultor del Tiempo

Hubo un tiempo en que un solo pensamiento me obsesionaba: “Esta época no es la mía”. Leía a Byron, a Tennyson y a Poe; miraba a Chaplin, a Murnau y a Keaton; escuchaba The Moody Blues y A Whiter Shade of Pale de Procol Harum. Era una hoja verde en pleno otoño, un acorde en medio del silencio.

Y hoy descubro que mis poetas, músicos y directores preferidos lo eran también de mi madre. Eran parte de mí, desde siempre, incluso sin que yo lo supiera.
Mientras los demás se hartaban del ritmo de los tiempos, yo buceaba en el pasado en pos de algún tesoro ignoto.

Todos hacemos lo mismo

Todos hacemos lo mismo. Nos buscamos en la historia. Encontrarnos equivale a tender un puente entre el ayer y el mañana. Y cuanto más te esmeras en hallarlo, más te conviertes en él, mayor intensidad adquieres, más vivaces son los colores, más dolorosos los sonidos.

Paradójicamente, cuanta más Historia acoges, más en ti mismo te transformas.

Todos, a nuestra manera, esculpimos el tiempo.

Tiempo y eternidad

Por un lado

Ruinas, de Jan Both

El pasado está fijado; el futuro es impreciso. Navegas del uno al otro merced a tu propia y casi siempre desviada brújula; eres tú y, sin embargo, ya eres otro.
El pasado está fijado; el futuro es impreciso. Y yaces entre ambos, y sueñas.

Por otro

La Nada

No existen pasado ni futuro. El pasado se ha marchado, el futuro es una ilusión. El eterno y etéreo presente se despliega sin cesar a tu fascinada vista.
Mas no eres el espectador ingenuo e inocente: tu mano se desliza sobre el lienzo. Pincelada a pincelada, emborronas tu propia muerte.

En medio

Célula

Hasta el más insignificante de los seres vivos ha heredado el hálito divino: hasta el más insignificante puede aprender. Y aprender es modificarse a sí mismo, comprometiéndose con una regularidad que atribuye al Universo. Y el sentido de este compromiso es, por definición, inédito –porque es creativo.
Hasta el más insignificante de los seres vivos es capaz de crear.

En suma

Imprevisible

Sí: quizá su pasado esté fijo; pero su futuro, su futuro es imprevisible.

Retazo de tiempo

A Whiter Shade of Pale, de Procol Harum

Entre un montón de papeles anodinos -semivacíos cuadernos de la escuela, periódicos amarillentos de hace diez años, copias de libros que nunca leí- di con un recorte enigmático y precioso: ‘A Whiter Shade Of Pale’ a bit clearer, del Sunday Review.

No recuerdo haber leído ningún Sunday Review en mi vida, conque alguien debió habérmelo regalado. (¿Quién? No lo sé de cierto, ¡maldita sea!) Intrigado, lo leí de cabo a rabo.

A Whiter Shade of Pale es una de mis canciones favoritas -tan melancólica y parsimoniosa, tan llena de misterio y de Bach. El artículo afirmaba revelar la “verdadera” interpretación de su extravagante letra -junto con un fragmento inédito de la estrofa final.

Ninguna de ambas cosas es ya desconocida -si lo fue alguna vez; el recorte es, pues, una bagatela.

Voy a conservarlo, pese a todo -mi pedazo del tiempo en blanco y negro.

A Whiter Shade of Pale

We skipped the light fandango
turned cartwheels ‘cross the floor
I was feeling kind of seasick
The crowd called out for more
The room was humming harder
as the ceiling flew away
When we called out for another drink
the waiter brought a tray

And so it was that later
as the miller told his tale
that her face, at first just ghostly,
turned a whiter shade of pale

She said, ‘There is no reason
and the truth is plain to see.’
But I wandered through my playing cards
and would not let her be
one of sixteen vestal virgins
who were leaving for the coast
and although my eyes were open
they might have just as well been closed

She said, ‘I’m home on shore leave,’
though in truth we were at sea
so I took her by the looking glass
and forced her to agree
saying, ‘You must be the mermaid
who took Neptune for a ride.’
But she smiled at me so sadly
that my anger straightway died

If music be the food of love
then laughter is its queen
and likewise if behind is in front
then dirt in truth is clean
My mouth by then like cardboard
seemed to slip straight through my head
So we crash-dived straightway quickly
and attacked the ocean bed…

Procol Harum

¿Qué es un fantasma?

Todavía no, pequeño: todavía no

Un fantasma no es alguien, ni algo; es sencillamente un instante de supremo dolor, de insoportable injusticia, en el que el universo se pone de cabeza y lo poco que de humano queda en él clama por una reparación. Un fantasma es un momento que retorna en otros momentos; no es un alguien, ni un algo.
O es tan un algo como puede serlo un vacío, un agujero, una pérdida, una nada, una canción que nunca alcanza el clímax.

Más aún: la vida es una serie de fantasmas. O lo es cuando permites que lo sea -cuando dejas que aquel momento singular se repita, una vez y otra, sin descanso. Tú respiras, comes, hablas -pero ya estás muerto. Eres un fantasma, una cáscara vacía y frágil, un niño llamando a una puerta que ya nunca se abrirá.

Conque detente -inspira -mírate bien. Puede que seas un fantasma -y puede que no lo sepas.

Una Historia China de Fantasmas

La compasión de los dioses

Supón que dedicases tu vida a un asunto fundamentalmente estéril.
Permíteme explicarme. Podrías esforzarte, por ejemplo, en inventar una máquina de movimiento perpetuo: un fantástico artilugio que proveería a la humanidad de energía inagotable sin costo alguno.
Esto no sería necesariamente estéril –por más que tu conclusión fuese que es imposible (como, a juzgar por las leyes de la termodinámica, lo es). Aparte de los hallazgos que podrías hacer en el camino (y podrían ser muchos), el mero hecho de demostrar fehacientemente su imposibilidad tendría un valor innegable.

Tengo otras cosas en mente; y no importa cuáles –siempre que convengamos que son, a todas luces, intrascendentes. No es que te equivoques: es que tus errores y tus aciertos dan exactamente igual –esto es, nada.
A todas luces: porque la prueba final e inapelable es el futuro –por definición ignoto.

Mas pongamos en marcha un pequeño experimento mental. Supón que pudieses hablar con Dios, o con alguien igual de autorizado; alguien que fuese capaz de leer sin trabas en el libro de la vida.
Supón que te dijera que lo que haces, aquello a lo que entregas tu existencia, es efectivamente estéril. “Da lo mismo, hijo mío”, te dirá; “no sólo nunca lo conseguirás; por más que lo consigas, las cosas ocurrirán igual que habrían ocurrido en caso contrario”.

Pues bien: ¿podrías abdicar de tus ambiciones?

Las dos posibles respuestas son –¡maldición!– igualmente desgarradoras.

“Sí: podría dejarlo y hacer otra cosa”
En cuyo caso, ¿te importaba, desde un principio? ¿Se te iba, de verdad, la vida en ello?

“No: por más que sea inútil, lo tengo que hacer”
Si es así, ¿de qué servirá que lo hagas? Si ya sabes, de antemano, que es inútil, ¿para qué intentarlo?

¡Ah! La respuesta es… no hay respuesta. El velo que oculta el futuro es una muestra de la compasión de los dioses.

Imponente y magistral

La más hermosa no-respuesta que conozco se encuentra en el penúltimo capítulo de El Napoleón de Notting Hill, de Chesterton; y es, como casi todas sus novelas, una alegoría –una tan inmensa que casi pasa desapercibida. Es una no-respuesta sumamente tranquilizadora –creo que debido exclusivamente a su belleza; lo que hace imposible resumirla aquí.

Pero me consuela tenerla a mano y acariciarla cuando las cosas van mal.
A su enigmático modo, la vida es dulce y generosa.