Uno de los más importantes teóricos y psicoterapeutas constructivistas fue Michael Mahoney. A lo largo de sus treinta años en la profesión hizo aportaciones notables a la reflexión sobre la complejidad, la “encarnación” de la experiencia humana, la relación entre emociones y cambio, y muchas otras áreas.
El 31 de mayo del 2006, Michael se quitó la vida.
Debo admitir que ese hecho me dejó pasmado durante algún tiempo. Un hombre tan lleno de esperanza y amor, tan amable y gracioso, alguien que había sido ejemplo para incontables terapeutas de dos generaciones… Simplemente no te puedes creer que alguien así se suicide.
Pero Michael lo hizo. Y dediqué la mitad del año pasado a reflexionar sobre sus motivos y la posición en que su partida nos había dejado.
Sin obtener respuesta alguna.
Un buen día cobré el valor suficiente para leerme su último libro, Psicoterapia Constructiva.
Es lo mejor de él que he leído. Lleno de ternura y respeto, a veces compasión; tan intenso que bordea lo sublime.
Lo cerré, fascinado y transido; y la explicación que había buscado en vano vino a mí de repente.
Era su canto de cisne.
Michael lo había reunido todo al escribirlo: era una ventana abierta a su alma. Un legado de sabiduría y pasión. Tan potente que lo había agotado.
Y con esta respuesta, la posición en que nos encontrábamos era súbitamente meridiana:
Ahora, su legado está en nuestras manos. Es tarea nuestra hacerlo crecer.
¿Quieres decir que se suicidó para que su obra cale en cada uno de nosotros?. ¿Quieres decir que se suicidó como un sacrificio para que podamos entender que el suicidio es una opción libre y a veces inevitable?. No sé. No puedo dejar de sentir una sensación de falta de sentido, de absurdo. Y lo que más me fastidia, es que este suicidio da la sensación de que le da algo de razón a los psiquiatras, sobre el origen biológico de la depresión. Me parece, que al menos, algunas veces, hay un impulso biológico que incita a las personas a quitarse la vida, independientemente de lo mucho que uno sepa de la misma. Y a veces pienso que no sé si no sería mejor no saber nada.
Quiero decir que este es el sentido que yo le he dado a su suicidio tras mucho debatirme. Sobre si el acto tuvo o no “sentido” para Michael no me atrevo a pronunciarme; sería una falta de respeto, me parece.
También me parece que plantear el tema en términos de “origen biológico” es caer presa de dos ilusiones: una, que “saber de” la vida te prepara para vivirla -y que la preparación se nota, por ejemplo, en que no te la quitas pase lo que pase. Dos, que “lo psicológico” posee “sentido” mientras que “lo biológico” carece de él…
La historia de “Apolo” en el último libro de Michael arroja muchas luces, acaso autobiográficas, sobre el tremendo sufrimiento del “terapeuta de los terapeutas”. Y aquí hay otras reflexiones alumbradas bajo parecidas circunstancias: http://psicologiaenpositivo.com/?page_id=393
No quería decir que lo biológico carezca de sentido, sino más bien, que lo biológico es descorazonador. Simplemente, que este suicidio, me está haciendo cambiar algo dentro de mi. No sé que es aún, pero es algo importante, que tiene que ver con los ideales. En fin…gracias por el link, me leeré la historia del último libro de Michael. Un Cordial Saludo
Leyendo el link sobre el suicidio, sobre hamlet. Estoy plenamente de acuerdo con el análisis. Se suele afirmar que Hamlet duda, que no sabe si hacer esto o lo otro, o se le busca un explicación psicoanalítica…sin embargo, el texto, la historia que cuenta, el desarrollo de los acontecimientos, no hablan de un Hamlet dubitativo, sino más bien reflexivo y plenamente consciente de lo que ocurre, por eso afirma en el monólogo, hacia el final, “la consciencia hace de nosotros cobardes”. Ahí está la clave, es por eso, porque se da cuenta, por lo que no sé puede suicidar. No solo es por temor, también lo es por coherencia. No le queda otra alternativa, que caminar hacia la venganza del padre a través de la muerte del tío.
Justo ahora estoy leyendo el libro de terapia constructiva, hasta ahora me ha parecido muy bueno. Pienso que el hecho de que Mahoney se decidiera ir no demerita su trabajo, aunque creo que a nosotros los terapeutas nos mueve saber que alguien de nuestra profesión y tan brillante se quitase la vida. Pienso a su vez, que de alguna manera esto nos pone a pensar sobre la efectividad de la psicología, lo cual tiene una carga afectiva sobre nuestro quehacer.