Peter Munz: In Memoriam
Investigando para mi tesis descubro que Peter Munz ha muerto el 14 de octubre del 2006. Uno de los últimos discípulos tanto de Wittgenstein como de Popper, con quien le uniría una amistad de toda la vida, y seguramente el último testigo vivo del famoso incidente del atizador de chimenea, Munz se especializó en historia del medioevo europeo; pero hizo contribuciones a la filosofía, la ética y la epistemología que le aseguran un lugar, si bien menor, en la historia del pensamiento.
Menor, pero no para mí; de hecho, gran parte de mi pensamiento ha sido forjado por las ideas de Munz. Lo descubrí hace ya años en la perdida librería madrileña donde me topé con una edición preciosa de “Cuando se quiebra la rama dorada: ¿estructuralismo o tipología?“; me enamoré perdidamente del libro al constatar que citaba, al mismo tiempo, a Alan Watts, Ananda Coomaraswamy, Levi-Strauss, William James, Robert Graves y Karl Popper -una hazaña no menor, dadas las distancias que los separan.
Munz compartía con Popper la creencia en la “Sociedad Abierta” y con Wittgenstein el interés en la religión y la mística -que Popper menospreciaba. Podemos entender su carrera como un prolongado intento de unir dos grandes tradiciones: el realismo crítico popperiano y la preocupación por la trascendencia wittgensteiniana. Un intento que le conduciría a Edelman y el “darwinismo neural”, Dennett y su darwinismo generalizado y la epistemología evolutiva post-popperiana. Su búsqueda se plasma en sus obras epistemológicas y se corona en su último libro, “Beyond Wittgenstein’s Poker“, donde describe cómo son Popper y Wittgenstein complementarios más que contradictorios -cosa que comparto con vehemencia.
También yo encuentro exagerado el repudio popperiano de la mística in toto -así como el fanatismo wittgensteiniano por el lenguaje y sus “formas de vida”. El concepto fundamental de mi tesis, el núcleo de mi práctica psicoterapéutica y favorecedora del cambio, de mi trabajo en interpretación de sueños y en abordajes de la violencia, es el de “estado mental”, derivado de dos obras del joven Munz: “Relationship and Solitude” y “Problems of Religious Knowledge“. Es, también, la clave para reunir las tradiciones cognitiva y sistémica, hasta ahora opuestas; y para resolver ciertos dilemas epistémicos y teóricos de la economía y la sociología -en particular, el enigma de la toma de decisión humana y la relación agente-estructura.
Por ende, debo muchísimo a Munz. Entre eso, su magistral reformulación de la cadena del Karma, la rueda de causa y efecto del Buda. Toda la ética condensada en dos párrafos, que traduzco a continuación, en su memoria.
La cadena del Karma y cómo romperla
…Y así continúa el ciclo, una serie interminable de mutuas dependencias, intentos de lograr compensación, de usar a los demás en mi beneficio. En este sentido, cada ser humano es al mismo tiempo la víctima de todo el mal perpetrado en el mundo antes de él y el infalible instrumento por el que este mal es pasado a la posteridad. Ojo por ojo, diente por diente: no cabe duda de que el mal que yo sufro será inflingido, por mí mismo, a mi prójimo y alcanzará a mis hijos y los hijos de mis hijos. Es natural que una persona ame y odie en función y proporcionalmente al placer o dolor que ha recibido -incluso pese a que el odio y el amor no necesariamente recaigan en aquellos de quienes ha recibido dolor o placer en primer lugar; lo cual, de hecho, es poco frecuente. Es esto lo que hace que el mal se perpetúe a sí mismo: pues si uno devolviera el amor o el odio sólo a la persona de quien ha recibido el correspondiente placer o dolor, el mal no se perpetuaría. Existiría únicamente en pequeños círculos y tendría que ser creado de la nada en el ciclo vital de cada individuo. Es la posibilidad de hacer daño a A por el dolor causado por B lo que transmite el mal de generación en generación, de un grupo de personas a otro.
En cuanto uno comprende esta cadena que constituye la historia natural del mal, el remedio se evidencia de inmediato. Es, en realidad, obvio. Uno debe alcanzar la libertad de negarse a ser parte de la cadena. Si la serie de acciones y pensamientos por los que se propaga el mal es una cadena natural de causas y efectos, uno debe alcanzar la libertad de dejar de ser natural, la libertad de desapegarse. Esta libertad consiste en ser capaz de sufrir y aceptar el mal sin buscar compensación. Esta es la única forma en que la cadena natural e ineluctable puede ser cortada y el mal eliminado.
¡Gracias, Peter Munz!
Peter Munz en la Universidad de Victoria – Un fragmento de historia
Estoy segura de que Munz estaría muy a gusto con lo que has escrito de él.
Muy interesante; nunca escuché de este tipo (la incultura me azota). Unas horas después de leerlo casualmente vi una peli muy aguda “Sympathy for Mr Vengeance” que es la expresión fiel de la cadena del mal: una grieta aislada acaba en una espiral de violencia sin freno. Curioso.
Un saludo
Hola Gustavo!
Sí, Munz era un tipo formidable pero desconocido.
Sobre la película que apuntas, es parte de una trilogía estupenda. La tercera, sobre todo, es sublime. Mira:
http://estebanlaso.com/?p=320
Un abrazo
¿Oldboy es la del medio? ¿Cuál es la primera? Sólo vi Oldboy (la escena del corredor es impagable), creo que mi primo que es fan de all-things-Asian e incluso coordinador de Ichiban acá (el club de anime y manga) me dijo que había una más, pero de esto años…
Hola!
Oldboy es la intermedia:
– Sympathy for Mr. Vengeance,
– Oldboy,
– Sympathy for Lady Vengeance.
Creo que está en producción un remake de esta última… ya veremos!
Abrazos