La tradición árabe coincide en asignar a la esperanza un papel fundamental en la vida moral. El Demonio árabe, ahora, se llama Shaitan (“el enemigo”, “el malo”, equivalente a Satanás); pero, antes de su caída, se llamaba Iblis, “el que hace desesperar“.
Desde luego, Iblis conquista al ser humano sólo porque consigue, mediante engaños, insinuaciones y ardides, alejarlo de la Esperanza divina.