La alcancía del alma.

Cuando te fuiste, mi corazón quedó vacío.

Cada día pongo dos o tres cosas tuyas en ese vacío: los besos que no te di, las palabras que me guardé, las noches que te ignoraba; tus ojos comiéndose el mundo a bocanadas, tus manos apresando el aire, tu sonrisa, aviesa y ladeada, tan llena de ti.

Sé que se llenará un día. Sé que cuando esté lleno tendré que romperlo. Sé que tus cosas echarán a volar.

Y supongo que tendré que buscarme otro corazón.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *