We are the new breed

El padre putativo de los X-Men

X-Men

No estoy seguro, desde luego. Pero tengo la impresión de que los X-Men se basan en una de las novelas más extrañas, tristes y revolucionarias de la ciencia ficción: Slan, de A. E. Van Vogt.

Y tengo la impresión también de que Van Vogt padecía de un trastorno cada vez más diagnosticado (si no más frecuente): el trastorno límite de la personalidad (borderline personality disorder). Quizás era lo que se llama “subclínico”; es decir, que a pesar de no cumplir todos los criterios para realizar un diagnóstico, mostraba claros “rasgos” límite.

En todo caso, no me explico de qué otra forma pudo plasmar con tanto acierto la sensación de irrealidad, plasticidad y adaptabilidad extrema del borderline -su necesidad atroz de dejar de ser nada para ser alguien -como en su breve y formidable La Bóveda de la Bestia (su primer cuento, nada menos):

El ser se arrastraba. Gemía de dolor y miedo. Informe, indefinido, y sin embargo cambiando de forma y tamaño con ca­da movimiento convulsivo, se arrastra­ba a lo largo del corredor del carguero es­pacial, luchando con su terrible ansia de tomar la forma de lo que lo rodeaba. Una mancha grisácea de materia en desinte­gración, que se arrastraba y caía en casca­da, que rodaba, fluía y se disolvía, siendo cada uno de sus movimientos una agonía de lucha contra la anormal necesidad de convertirse en una forma estable. ¡Cual­quier forma!

A juzgar por sus escritos, la mente de Van Vogt funcionaba también de manera errática y aleatoria -aunque genial. Y de ahí, tal vez, que anduviese buscando él también una “forma” que adoptar, una regla a seguir para la vida misma -en un principio la Semántica General

Pero esto es otro tema, que será, eventualmente, motivo de otro texto.

El borderline, los X-Men y el “mutante emocional”

El protagonista de Slan es Jommy Cross, un mutante telepático y genial creado por el infaltable científico (semi)loco. Y la novela relata su búsqueda de alguien como él -mientras huye de una humanidad que lo desprecia y aborrece -aunque en realidad lo teme por su superioridad.

Como se ve, X-Men está calcado a esto…

En efecto, el borderline se siente como un mutante. Es totalmente diferente de los demás -y lo sabe; aterido por terrores que nadie conoce -y capaz, a la vez, de goces inalcanzables para el común de los mortales.

Como un búho al que la luz del día ciega, el borderline es infernalmente sensible a las emociones de los otros: detecta los más sutiles cambios de humor por medio de minúsculos gestos y entonaciones que se le escapan al resto de la gente. Su sensibilidad es, precisamente, casi telepática.

Y su adaptabilidad es sublime: incapaz de tolerar el rechazo o la soledad, entrenado para obtener el aprecio y el cariño, el borderline cambia de acuerdo con lo que tú ves en él -o con lo que quisieras ver. ¿Te gusta el cine? Será un crítico desenfadado y sutil o un talentoso aficionado. ¿Prefieres los coches? Le encantará acompañarte a un rally y conducir tu BMW. ¿Buscas a una persona interesante, enigmática, profunda y fascinante? Lo será -hasta que descubras, lentamente y tras partir en pedazos tu alma, que no era más que una máscara, una de tantas. El borderline te seducirá como nadie; de hecho, es en su honor que se habla del “arte de seducir”.

Por desgracia, lo que para ti es un arte, es para él la lucha por la supervivencia emocional -por no caer en el pozo sin fondo que lo cautiva cuando mira hacia dentro.

Superpoderes borderline

Hasta que (al igual que los X-Men, Jommy Cross e incontables protagonistas de Van Vogt) descubre sus superpoderes: su capacidad ilimitada e infinita de aprender, cambiar, aventurarse, descubrir, amar y apurar hasta el fondo la copa de la vida.

Porque, entonces, puede comerse el mundo. No sin dolor, desde luego; pero sí con pasión -poniendo su vida misma en cada instante. Ésa es su cruz y su virtud: concentrar cada célula de su cuerpo en todo lo que hace. Y ser consciente de lo que eso te produce -a veces, hasta más que tú mismo.

Superpoderes nada despreciables -por más que atroces.

We are the new breed

Como decíamos, hay más borderline que nunca; los psiquiatras no se dan abasto diagnosticándolos, medicándolos y tratándolos -con desigual éxito, ya que parten del supuesto de que es una enfermedad.

Mas ¿y si no lo fuera?

Por mi parte, creo que llegará un día en que el borderline dejará de ser un “trastorno” para convertirse en la forma de ser de todo el mundo.

Ya ha pasado antes, y está ocurriendo otra vez.

Pues, en efecto,

We are the new breed,

And we are coming after you.

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