Las “escuelas terapéuticas” deben desaparecer. He esgrimido ya tres razones:
- La mayor parte de terapeutas eligen “escuela” no por su eficacia sino porque coincide con sus prejuicios y visión del mundo;
- Según la investigación, el principal predictor del éxito en terapia no es la técnica o “corriente” que el terapeuta emplee sino la interacción entre su persona y las de los pacientes, sobre todo en lo que se refiere a su capacidad de crear alianzas terapéuticas sólidas y negociar contratos terapéuticos viables, lo cual requiere una visión fundada en la esperanza, no en el déficit;
- Los hallazgos de la neurociencia, la psicoterapia empírica, la ciencia cognitiva y la psicología social convergen, lentos pero inexorables, hacia un núcleo de hipótesis comunes, la más importante de las cuales es la intersubjetividad radical (y, añado ahora, el dejar atrás las perspectivas centradas en la homeostasis para alcanzar otras más eficaces y plausibles, centradas en el cambio adaptativo y los equilibrios dinámicos).
Resta por exponer la cuarta, última y más importante, cosa que haré en dos entregas. La he dejado para el final porque, a diferencia de las anteriores, no es exclusiva de la psicoterapia sino que permea la “mentalidad” contemporánea; es ubicua pero, por eso mismo, menos obvia -y más poderosa. Se infiltra invisible y subrepticia en la consulta de todo terapeuta; extiende sus tentáculos hacia cualquier conversación orientada al cambio; es nuestra estrategia preferida ante el sufrimiento y la patología. Es una tentación siempre presente en nuestro trabajo -y, de hecho, en la vida, en la medida en que es también dolorosa.
Igual que en la terapia, para construir un nuevo futuro es preciso comprender a dónde hemos llegado; y para esto hay que hacer un alto y elevarnos por encima del presente apoyándonos en el pasado -que reconocemos y reformulamos al ir desgranando su historia; en este caso, la historia reciente de las ideas en ciencias sociales y su curioso paralelismo con un capítulo poco conocido de la filosofía china.
La “teoría de los nombres correctos” y la réplica taoísta
En las Analectas de Confucio encontramos el siguiente pasaje:
Preguntó Tse-Lu: “El rey de Wei espera para administrar su reino. ¿Qué se debe hacer primero?”
El Maestro replicó: “Es preciso rectificar los nombres… Pues cuando los nombres no son los correctos, el lenguaje no va tras la verdad de las cosas. Cuando el lenguaje no sigue a la verdad de las cosas, los asuntos no se pueden conducir al éxito. Cuando los asuntos no se pueden conducir al éxito, los ritos y la música languidecen. Cuando los ritos y la música languidecen, los castigos no se aplican como debe ser. Y cuando los castigos no se aplican, la gente no sabe qué hacer. Por tanto, el Hombre Superior comprende la necesidad de usar los nombres correctos y de actuar correctamente según esos nombres. Es imprescindible que sus palabras estén libres de toda inexactitud”.
Esta “teoría de los nombres correctos” anticipa casi punto por punto a los positivistas lógicos de principios del S. XX -y, en espíritu, a todo gobierno totalitario, ansioso de alcanzar la total exactitud. Estoy seguro de que los positivistas no lo sabían; se hubieran ahorrado un montón de inútiles esfuerzos por crear el “lenguaje científico perfecto” (en el que cada término remite a una “sentencia protocolar” derivada de “los datos de los sentidos”) si hubiesen atendido a la devastadora réplica taoísta (atribuida, cómo no, a Lao-Tsé):
De acuerdo, “corregiremos los nombres”. Mas ¿qué nombres usaremos para corregir los nombres que estén errados?
¡Y eso que no conocían a Gödel! Pero eran sabios, audaces y traviesos. Repararon de inmediato en que para corregir un nombre errado debo usar por fuerza otro nombre, cuya corrección he de asegurar a través de otro nombre, y así sucesivamente… Es decir, que la autorreferencia conduce invariablemente a la paradoja o la regresión infinita; que todo sistema que intente controlarse a sí mismo deberá mantenerlas a raya permitiéndose una dosis de desorden o ambigüedad; y que, por tanto, el intento de controlar una sociedad o una mente a rajatabla termina por inmovilizarla, fragmentarla y destruirla.
Ciencia y cientificismo: la “mentalidad ingenieril”
La propuesta confuciana es fácil de entender, casi banal: “empecemos por ordenar nuestro lenguaje, dando a las cosas el nombre adecuado; eso ordenará nuestras costumbres y leyes, lo que organizará la conducta de los ciudadanos y a la larga la sociedad en su conjunto”. Cual si fuese una máquina, la sociedad se arregla en cuanto reemplazamos sus engranajes defectuosos.
Los lectores de este blog reconocerán un tema recurrente: lo que, en otras ocasiones, he llamado “mecanicismo”. Doy ese nombre al conjunto de prácticas fundadas en la creencia de que los sistemas humanos son deterministas, por ende predecibles, y que su funcionamiento puede manejarse a voluntad modificando alguna de sus partes. Así, el saber “cómo funciona” un sistema nos permitirá “predecir y controlar” sus respuestas a través de la aplicación de un “plan de intervención” basado en nuestro “modelo de funcionamiento”.
A finales del S. XIX, la incipiente psicología “científica”, ansiosa de obtener su reconocimiento como ciencia hecha y derecha, se tragó este supuesto sin masticar y lo refrendó con el conductismo de Watson, cuyo célebre (y panfletario) La psicología desde el punto de vista conductista empieza afirmando: “Desde el punto de vista conductista, la psicología es una rama objetiva y experimental de la ciencia natural cuya meta es la predicción y control de la conducta”. Así llegaría Skinner a exclamar, en un alarde de arrogancia cientificista: “No soy un psicólogo, soy un ingeniero de la conducta”. (Concomitantemente, no hace mucho, cuando empezaba la carrera, el manual “oficial” para aspirantes a psicólogo empezaba más o menos así: “La psicología es el estudio de la conducta humana para predecirla y controlarla”. No me extrañaría que los psicólogos del mundo sigan siendo adocrinados en esta premisa mecanicista, ilusoria y destructiva).
Skinner acertaba, empero, en su aforismo: el cientificismo se acerca más a la ingeniería que a la ciencia propiamente dicha. El científico trata de comprender, al ingeniero le basta con controlar; el cientificista es quien cree que controlar y comprender son sinónimos: o sea, que “lo que funciona es verdad”. Así, quienes abordan las ciencias sociales con “mentalidad ingenieril” buscan controlar (o, si no se puede, predecir) a las personas, solas o en conjunto: Gary Becker, defensor del “imperialismo económico”, que sostiene que las personas son intrínsecamente egoístas (pues responden a incentivos) y que conductas tan diversas como la adicción, el tener hijos y el homicidio pueden controlarse alterando dichos incentivos; los conductistas en ciencia política, para quienes el estudio científico de la política ha de ser analítico y las decisiones políticas reducirse a la sumatoria de decisiones individuales derivadas de la búsqueda de cada actor de “maximizar su utilidad”; el mismo Skinner y su Walden Dos, más próxima a un estado totalitario tecnocientista que a una utopía.
(Dicho sea de paso, la relación entre totalitarismo y mentalidad ingenieril ha recibido apoyo empírico en esta investigación de Diego Gambetta que descubre que hay mucha mayor proporción de ingenieros entre los terroristas de la Jihad y entre quienes apoyan los sistemas sociales de control absoluto. Parece que Hayek, quien detectó esta filiación totalitaria del “ingeniero social” hace cincuenta años en The Counter-Revolution of Science, tenía toda la razón).
Como se ve, estas variedades más recientes de cientificismo social responden a la misma máxima: “no me importa lo que pienses mientras hagas lo que yo quiero”; o bien, “no me interesa comprenderte, sólo controlarte (o predecirte)”. Hay un paralelismo entre ellas y el capitalismo neoliberal para el que “todos tenemos un precio”, que confunde “ser racional” con “buscar siempre el propio beneficio”. Medio en broma, George Kelly definió al psicópata como “un conductista que se toma en serio su teoría”; podríamos añadir que, al ver a las personas como psicópatas que buscan excluivamente su propio beneficio, el cientificismo las convierte efectivamente en psicópatas. Pues la investigación revela que las políticas diseñadas sobre la base de que las personas somos “actores racionales” siempre en pos de “maximizar nuestras utilidades” no sólo no alcanzan sus objetivos sino que además erosionan la moralidad al transformar el “debo hacer lo correcto” en “debo hacer aquello por lo que obtengo recompensa”. Por eso fracasan los sistemas de “economía de fichas” en educar a niños, prisioneros y psicóticos: no aprenden a hacer lo correcto sino a engatusar al dispensador de fichas.
Laboratorio y control: ingenieros y psicólogos experimentales
Para ser determinista, un sistema ha de ser también cerrado; esto es, aislado o funcionalmente independiente de las entradas de su entorno. Porque si no, si la información del entorno modifica sustancialmente al sistema, para predecir su evolución necesitamos predecir también al entorno, del que somos parte -con lo que caemos en la regresión infinita que los preclaros taoístas ya intuyeron. El ingeniero se da el lujo de “controlar” porque puede aislar artificialmente su objeto de estudio ignorando las influencias externas: en su mesa de trabajo entran únicamente las variables que le interesan. Su universo empieza y termina en el papel sobre el que traza su diseño.
Equivalente a la mesa de trabajo del ingeniero es el laboratorio del psicólogo experimental. Allí puede excluir artificialmente la miríada de variables que complejizan la realidad, observar exclusivamente las que le interesan y pulsar una para descubrir cuáles le hacen eco en armonía o contraste. Para el cientificista, el laboratorio es el paradigma de la ciencia; más aún, la única práctica que merece llamarse “científica”. Todo lo demás es ruido y sinsentido.
El problema es que la realidad no es determinista; en la vida real no puedes “aislar las variables” una de otra o erigir un muro en torno a las personas. Y cuando lo intentas, caes en los despropósitos de la “economía de fichas”: resulta que tienes que modificar la totalidad del entorno de una persona para cambiar la totalidad de su conducta -porque, si no, los “aprendizajes” desaparecen en cuanto la persona franquea la puerta del hospital, la prisión o la guardería. (Los conductistas llaman a este problema, eufemísticamente, “dificultad en el transfer de la conducta”). Como ya apuntara Skinner, el control debe ser total si se quiere total adhesión. Y ¿quién custodiará a los custodios? La regresión infinita asoma otra vez su multiforme cabeza…
En la realidad, por ende, comprender es más importante que “controlar”, porque el control siempre es a corto plazo y la comprensión a mediano o largo. Aunque los resultados inmediatos de mi “control” sean positivos, las implicaciones a mediano y largo plazo pueden ser mucho peores; como apunta Michael Mahoney en Psicoterapia Constructiva, las mejoras rápidas y a corto plazo suelen indicar retrocesos a mediano y largo plazo.
¿Y la psicoterapia?
¿Qué implicaciones tiene todo esto en el terreno de la psicoterapia? La respuesta ¡en el próximo artículo!
Esteban,
Qué gusto leer opiniones sensatas sobre la psicoterapia. De verdad es esperanzador encontrar voces como la tuya donde se atacan los dogmas fantásticos del psicoanálisis con pruebas empíricas, se crítica la falta de ética profesional y se le agrega un poco de sesos a las preguntas trascendentales.
Soy de Chile y acabo de ingresar a estudiar psicología luego de pasar un año en filosofía. Pretendo combinar ambas carreras a través de estos años y dedicarme al área clínica. La filosofía, al menos la sensata, ayuda a protegerse de “grandes ideas” o hitos que revolucionaran las “ciencia” psicológica. Da una visión humana, seria y completa sobre temas que generalmente se abordan como si los pacientes fueran simples ratas o, peor aún, enfermos de fábrica.
Recuerdo que un amigo me comentaba que los psicólogos no servían de nada. Un amigo podría hacer su trabajo mucho mejor, me comentaba. Estoy de acuerdo. Un terapeuta debe ser un optimista incurable, que verdaderamente se preocupe por la persona que tiene en frente, lo oiga e intenta desarrollar lo mejor de sí mismo.
Personalmente, he calzado muy bien con los plateamientos de Irvin D. Yalom sobre la Terapia en Grupo. Si sabes algo acerca de esto o estilos o principios de terapia realmente efectivos, me encantaría saber tu opinión.
Muchos saludos y suerte con el blog!
Hola!
Gracias por tus cumplidos. Excelente elección, combinar la filosofía con la psicología; la perspectiva que entrega aquella es inapreciable.
Sí, a veces los “psi” no servimos para nada, sobre todo cuando caemos en el fetichismo de la técnica, tendencia dominante hoy en día tanto entre los cientificistas como entre los “eclécticos” que se apuntan a cursos de “terapias de avanzada” y demás.
Sobre Yalom, creo que es un clásico inevitable en terapia de grupo y que tiene ideas sumamente valiosas, que podemos comentar si quieres. Ahora en BsAs estoy vinculado con una institución que ha desarrollado un modelo integrador de terapia grupal muy potente.
Un abrazo y que sigas disfrutando del blog,
Hola Esteban!
No sabes el gusto que me dio el poder leer esta propuesta. Creo que es necesario, en el ámbito de la salud mental, el poder abrir espacios de intercambio de ideas y de construcción.
Me gustaría el poder aportar a tu elaboración con algunos comentarios que están basados en mi experiencia en clínica y apoyándome a partir de mi formación psicoanalítica:
Debo reconocer que la primera impresión al leer acerca de “acabar con las escuelas terapéuticas” fue de sorpresa. Y he tratado, a lo largo de los cuatro artículos, de poder realmente comprender cual es la base que mueve esta idea y no lo tengo todavía claro. Acaso la propuesta de tener una “cosmovisión” (usando tus términos) única no es riesgosa y deshumanizante? Iría mas con la tendencia actual de la “uniformización” del mundo: todos somos iguales, consumimos lo mismo, nos vestimos de manera similar, usamos la misma técnica y… pensamos igual: así logramos un nivel de eficacia adecuada?
Creo importante comentar algunas de las ideas que tú usas como base para argumentar tu propuesta:
– Hablas acerca de que la selección de uno u otro paradigma no es algo que se lo hace al azar, sino que la persona en base a su “cosmovisión” realiza la opción. Pues sí, a mi me parece esto evidente. Las personas escogen, no solo la línea teórica con que trabajar, sino todas las otras opciones de su vida en base a su estructura psíquica, sus deseos y su historia personal. No veo por qué la línea teórica sería la excepción.
Ahora, siguiendo tu propuesta entonces esta selección no sería en base a la “eficiencia” del paradigma sino del deseo personal. ( Qué bueno, no? Un aspecto más que nos humaniza y evidencia que no somos máquinas… y que el incc existe).
Ahora, entrar a la lógica de la “eficiencia” o “ineficacia” de una terapia es entrar a un campo minado.. ( te lo digo en base a mi experiencia personal como directora de un programa de atención psicológica dirigido a poblaciones de riesgo en varias provincias del país… la idea de que si los resultados de nuestro trabajo son o no “comprobables”, “cuantificables”, “ medibles” o “eficaces” es algo que viene a romper con la lógica que usamos en el campo de la salud mental.)
Preguntas básicas como: el niño se “curó” de su trauma? La familia ya va a funcionar “adecuadamente” luego de las sesiones? La madre ya no va a “maltratar” al hijo luego de ir al psicólogo? La pareja ya no se va a divorciar luego de la terapia? Son preguntas que nosotros, los psicólogos que trabajamos en la clínica todos los días, nos vemos enfrentados y sabemos que una cosa es la teoría (los casos maravillosos y paradigmáticos de los autores celebres) y otra es la clínica día a día con la gente! Personalmente no me atrevería a dar una respuesta certera ni eficaz a ninguna de esas preguntas, mientras más pasa el tiempo en esta profesión, más humilde me vuelvo.
Tu hablas de una terapia “eficaz, científica o potente”, personalmente no utilizaría ninguno de esos adjetivos para mi trabajo cotidiano con niños, adolescentes y adultos; no hay nada mas enigmático e imprevisible que los seres humanos. Como puedes ver, no veo como se podría usar la lógica de la “eficacia” en la salud mental sin correr un gran riesgo: deshumanizar lo humano. (Sobre la “eficacia” hay autores actuales interesantes a nivel del psicoanálisis como J-A Miller, CH. Melman, J-P Lebrun. Sobre lo “humano y lo inhumano” Pierre-Joseph Laurent, antropólogo, UCL, presenta una ponencia muy actual del tema) El usar el término “eficacia” en ciencias sociales y específicamente en psicología, si nos ubica en arenas movedizas (en la actualidad, como debes saber, hay un debate mundial sobre este tema, con posiciones radicales de uno y otro lado….)
– Haces también una relación entre la forma de ser y actuar de cada terapeuta con la línea teórica escogida. Esto me parece un poco caricatural y limitado (me recuerda más bien a la universidad cuando tal o cual profesor se “comportaba” o usaba determinados términos para forjar su imagen según su línea teórica frente a sus estudiantes. Cosa que por supuesto, los estudiantes esperábamos para alimentar mas el morbo del choque de corrientes 🙂 ). Personalmente estos “esquemas” se me rompieron cuando inicié mi formación de cuarto ciclo y pude estar en contacto con clínicos de varias líneas teóricas trabajando juntos ( pecado en Ecuador! posible en otros lugares) y luego en éstos últimos años , al tener la oportunidad de trabajar en el terreno directamente, en varias provincias del país, no solo con psicólogos de otras líneas, sino con gente que trabaja a nivel de lo social (trabajadores sociales, promotores, mediadores, médicos, abogados, etc). En el trabajo directo estas “posturas” o “imágenes prefabricadas” se diluyen ( a veces los miedos por la diferencia están inicialmente pero conforme se inicia el trabajo en conjunto, no solo desaparece sino que da lugar a un espacio de aprendizaje del otro y de respeto mutuo) y el trabajo que se logra es muy rico. Esto claro está, lo hablo siempre desde mi lugar de psicóloga clínica, puesto que creo que lo que tú mencionas podría verse desde el área académica y/o universitaria. ( y si esto sería así, es una lástima no?, puesto que en realidad el mundo académico está basado en la teoría que ha sido elaborada, forjada y propuesta desde el trabajo clínico de terreno: con individuos, familias y grupos.)
Creo además que nosotros somos ya generaciones nuevas, que vienen de una u otra manera, a romper estigmas o prejuicios de generaciones pasadas que se quedaron ancladas en teorías, las cuales eran vivenciadas mas como sectas, que como formas de ver y trabajar con los demás. Es nuestra responsabilidad ahora, el poder abrir espacios de intercambio, trabajo y análisis, que nos ayuden a conocernos, valorarnos y respetarnos en las diferencias los unos a los otros.
– Con relación al vínculo que une al terapeuta con el paciente, pues yo no podría estar más de acuerdo. Freud ya lo dijo a principios del siglo pasado: la transferencia es la base del trabajo terapéutico. Y este es uno de los aspectos bases del trabajo psicoanalítico: la transferencia, y el rol que ésta juega en las sesiones (y fuera de ellas) con el paciente. Luego de todo el desarrollo del psicoanálisis, su movimiento constante y sus propuestas actuales, el concepto de transferencia sigue siendo uno de los ejes primordiales para el trabajo. (No podemos olvidar que las nuevas propuestas psicoanalíticas, sobre todo a nivel de la prevención y el trabajo dirigido a la social, se basa mucho en el trabajo transferencial; Por ejemplo: las casas verdes de Dolto, los espacio de encuentro entre padres e hijos, o con adolescentes, el trabajo familiar o grupal. Para esto puede ser importante el leer las nuevas propuestas traídas por el grupo francés CEFRAPP de D Anzieu y R Kaes : psicoanálisis grupal y psicodrama psicoanalítico y por supuesto todo el movimiento Dolto y post doltoniano con respecto a la prevención en edades tempranas :la maison verte)
Así que realmente no veo de que manera, el hecho de que se evidencie en la actualidad algo que ya se había dicho hace mucho tiempo (la transferencia y su importancia en el trabajo) , pueda venir a apoyar tu tesis de la desaparición de las escuelas teóricas. Sino, por el contrario, viene a dar cuenta de la pertinencia con relación al enfoque de trabajo psicoanalítico con la transferencia y la manera muy particular que se trabaja con ella (que no es para nada similar a lo que otras líneas teóricas trabajan como: alianza, empatía, etc).
– Estoy de acuerdo contigo que en la actualidad existe un movimiento de apertura entre los diversos paradigmas, para lograr espacios de encuentros, escucha y elaboración en conjunto, que bueno! Estos espacios son siempre bienvenidos y enriquecen el trabajo de cada uno. Y que dentro de esos espacios se puede notar ciertas coincidencias, pues creo que es innegable. Sin embargo, el negar que las diferencias existan me parece riesgoso. Por ejemplo, al revisar tu ponencia, no puedo evitar, el evidenciar algunas diferencias IMPORTANTES (a mi modo de ver) que vienen a mostrarse entre tu visión y la mía.
• Tú hablas de “alianzas paciente terapeuta” (término usado por ciertos psicólogos), yo personalmente no me referiría nunca a la relación, al vínculo entre el paciente y el terapeuta como una “alianza” (como si nuestro lugar fuese el estar de el lado “de” o aliados “a”). Creo que el lugar que debe asumirle terapeuta debe manejarse con la mayor objetividad posible (digo posible porque no debemos olvidar que por mas objetivos que queramos ser, el incc está allí… a través de la transferencia). El asumir este rol permite que el paciente, poco a poco, vaya llevando a cabo su propio camino, con sus contenidos y elaboraciones propias (sin necesidad que venga el terapeuta a imponer, aconsejar o sugerir sus propios contenidos). Y este proceso (para los escépticos del psicoanálisis) no tiene una duración ni fija ni limitada, depende de cada paciente, de cada realidad (habrán situaciones en donde una, o dos o tres sesiones basten y habrán otras en las que el trabajo implique meses e incluso años…. Cada ser humano es distinto). Para trabajar los contenidos del paciente al terapeuta y viceversa, para eso está (según mi visión) el vinculo transferencial, el cual puede ser trabajado, analizado y elaborado por el paciente en las sesiones y por el terapeuta en sus supervisiones personales.
• Hablas también de “la esperanza del terapeuta de curar”. Para mi forma de ver las cosas, si el terapeuta se pone en el lugar de “curar”, esto implica que: primero se ubica en un lugar de “saber” ( yo “sano” voy a curar al “enfermo”, yo sé lo que es “bueno” o “malo” para mi paciente, yo “sé lo que se debe hacer”…… grave, riesgosa postura al trabajar con seres humanos) y luego posiciona al paciente como alguien “enfermo” ( puesto que le tiene que “curar”. Curar de qué? , del síntoma? Y aquí ya entramos en honduras: el lugar del síntoma en cada línea teórica…. ahh). Y luego hablas de “esperanza del terapeuta”, yo estoy convencida que el lugar del terapeuta es acompañar el proceso de cada paciente ( y si esperanza viene de esperar… de ser paciente con los procesos del otro ahí si coincidimos). Lacan tiene una postura interesante ( que no deja de ser controvertida) en el cual propone que el psicoanalista debe tener “deseo de NADA” frente a su paciente, puesto que ya se ha comprobado que mientras mas queremos el “bien” para alguien, peor salen las cosas. En todo caso, ese NADA, es algo que sería muy interesante debatir, no crees?
• Lo que escribes con relación a la necesidad de un terapeuta de hacer su análisis ( o trabajo psicológico propio) personal creo que es importante el analizar. Yo trabajo con equipos de pasantes (estudiantes de psicología de los últimos niveles en diversas provincias del país) y en mi experiencia he podido evidenciar la necesidad de que las personas que se vayan a involucrar A LARGO PLAZO a un trabajo clínico, de escucha de pacientes y acompañamiento de los mismos, hagan su trabajo personal. Yo hago supervisiones directas con ellos, y en base a este trabajo, he sido testigo de cómo los conflictos personales del psicólogo vienen a interferir en el trabajo ( y en los contenidos de las sesiones!) con los pacientes. He visto como procesos terapéuticos se ven contaminados por los conflictos internos, angustias y prejuicios vividos por el psicólogo y que el espacio de supervisión no es suficiente para trabajar este punto ( bueno, esto es evidente, no? La supervisión es un espacio para hablar acerca de las sesiones y claro, no es el espacio para hacer el análisis personal). Es por esto que estoy convencida de la necesidad del trabajo personal del psicólogo. Esto, por supuesto, no asegura que los psicólogos que hayan hecho su análisis sean ya “mejores” de por sí, pero si habremos manejado este tema con un cierto grado de responsabilidad y ética.
• Ahora, siguiendo esta idea, qué implica hacer un trabajo personal? Al hablar de este tema tú dices:: “Lo que nos hace buenos terapeutas -y buenos seres humanos- no es haber destilado las mejores soluciones a nuestros peculiares dolores sino haber convivido con ellos sin evadirlos; no es saber las respuestas sino haberse planteado gran cantidad de preguntas, cada una ligeramente diferente, sobre los mismos temas recurrentes; no es “conocerse a uno mismo” sino saber que uno mismo -como toda vida- es inherentemente incognoscible, sorpresivo, milagroso.” Pues esto Esteban, yo lo puedo relacionar con el trabajo dentro de la terapia de base psicoanalítica (con algunos reparos que los expongo luego) : la idea de un acompañamiento del paciente para que haya un surgimiento del sujeto, lo que implica el asumir sus responsabilidades y deseos propios. Llegar a esto no es fácil, pero creo que es una responsabilidad de los que nos queremos involucrar en la clínica cotidiana con pacientes.
• Me parece muy interesante la descripción que haces de lo que llamas “un buen terapeuta” : qué es ser un buen terapeuta? se lo vería tal vez desde el lado de la eficacia? Para esto sería importante el definir a que te refieres con eficacia: número de pacientes atendidos? Número de casos “cerrados”? discurso del paciente luego de la terapia? Discurso del paciente sobre el terapeuta (y acá no olvidemos la famosa transferencia)?. Yo personalmente no pondría el asunto de lado de bueno o malo y peor aun uniría el trabajo del terapeuta con su condición de “buen” o “mal” ser humano…. Riesgoso, muy riesgoso. Esto me recuerda el comentario de una paciente con relación a su terapeuta al enterarse que ésta se divorció: “Pero si la Dra. X me ayudó tanto en mi terapia personal para mejorar la relación con mi marido, y por eso no me divorcié… y ahora resulta que es ella quien se divorcia, no puede ser!”. Como si el hecho de ser psicólogo estuviese directamente relacionado con otros ámbitos de su vida personal. Conozco psicólogos muy reconocidos a nivel laboral, que son un caos a nivel de su vida personal y viceversa… bueno, esto es un signo mas de que seguimos siendo humanos! Creo que en general,( nosotros aún mas que trabajamos a nivel de la salud mental) debemos tener cuidado con adjetivos extremos como bueno o malo.
– En el cuarto artículo concluyes que, es más “eficaz” el comprender que el controlar en Psicología. Te cito: “En la realidad, por ende, comprender es más importante que “controlar”, porque el control siempre es a corto plazo y la comprensión a mediano o largo. Aunque los resultados inmediatos de mi “control” sean positivos, las implicaciones a mediano y largo plazo pueden ser mucho peores; como apunta Michael Mahoney en Psicoterapia Constructiva, las mejoras rápidas y a corto plazo suelen indicar retrocesos a mediano y largo plazo.” Esto, evidencia una vez mas, lo diferentes que pueden ser los puntos de vista entre líneas teóricas. Tu hablas de tratar de “entender” al ser humano porque los “resultados son a mediano y largo plazo” ( mas duraderos, mas eficaces?), posicionando al ser humano como tu “objeto” de estudio, en este caso poniéndolo en lugar de “objeto” no simbólicamente , sino realmente.
Dentro de la ética psicoanalítica, trabajamos el caso por caso, la singularidad del encuentro con el paciente, haciendo una apuesta de abrir espacios de trabajo, donde la “comprensión” no siempre va a aparecer, pero el respeto si. No es el objetivo final de la terapia, según mi punto de vista, el llegar a “comprender” al paciente, pero si el acompañarle y sostenerle en su proceso terapéutico para que haya una aparición del “sujeto”, y así el paciente pueda posicionarse como un sujeto responsable, frente a sus deseos, a su vida y a los demás. Como ves, es un movimiento hacia la Subjetivación.
Según comprendí, falta todavía una argumentación final. Sin embargo, voy a tratar de concluir este comentario en base a lo que he leído hasta ahora. Con tu propuesta de “desaparición” de las escuelas teóricas, nos encontraríamos con una sola escuela teórica que haya sido creada de que manera? Con una serie de conceptos e ideas tomados de diversos paradigmas, lo que nos traería a un eclecticismo peligroso a nivel de la seriedad, rigurosidad y ética en el trabajo. Me explico.
Luego de mi experiencia de formación académica y clínica, aprendí que no es lo mismo ser psicólogo que ser terapeuta ( en mi caso estuve tres años de formación tanto clínica como teórica para ser terapeuta en Lovaina, esto luego del psicologado claro está. Y ahora con el doctorado estoy aprendiendo que no es lo mismo ser terapeuta que ser investigador y académico). Me asusta ver la facilidad con que ciertas personas se cuelgan el título de “terapeuta”, sin tener ni las bases ni la ética necesaria para trabajar con pacientes ( escandaloso!). Estoy convencida que una de las maneras de evitar ciertos riesgos en el trabajo con personas es el tener una formación terapéutica de base clara, concisa y que te permita llevar a cabo elaboraciones en tu trabajo diario y que a través de esto logres un crecimiento en tu área. Entonces, ya lograr una formación clara a nivel terapéutico es complicado , pienso que es mucho mas riesgoso el plantear una formación “ecléctica”, en donde cada persona “toma” o “escoge” lo que le conviene de cada teoría ( peligroso a nivel de que se corre el riesgo de una falta de rigurosidad, claridad y profundidad con lo que se está tratando!). Conozco algunos psicólogos eclécticos y tuve también varios profesores eclécticos en la universidad, (algunas prácticas realmente dejan mucho que desear) esto me convence aún mas de la necesidad de un trabajo serio con relación a una línea clara y definida (sea ésta la que fuere)
Como ves, Esteban, las diferencias existen y están allí. Los puntos que he tocado son solo una mínima muestra de esto.
La tendencia mundial actual sobre la “mundialización” va del lado de la negación de la diferencia del otro. Ahora cierto, la diferencia incomoda, molesta y crea ansiedad (consciente o inconsciente), pero creo que es algo que nos aporta diariamente y que nos enseña a vivir en la cultura. Desde que nacemos, los seres humanos nos vemos ya enfrentados a un primer otro, primero indiferenciado y luego ya diferenciado y separado de nuestra psique (me pregunto realmente si en realidad logramos hacer este paso… en fin esto ya es harina de otro costal): el otro materno. Ya desde nuestro primer contacto con el mundo nos vemos avocados a la cruel realidad: hay un otro diferente a nosotros ( y como nos cuesta aceptarlo!). Bueno, esto es por supuesto es un tema muy elaborado por los autores a nivel de la psicología del desarrollo y por supuesto por el psicoanálisis (en general e infantil: Freud, Klein, Dolto, Winnicott, Lacan, entre otros).
Yo no te sabría decir si las diversas escuelas psicológicas se complementan unas a otras, lo que si podría decirte es que entre ellas podemos ver ciertos puntos de encuentro, pero que las diferencias existen, y personalmente estoy por reconocer las diferencias (sin que esto sea sinónimo de desencuentro, sectarismo o tozudez).
Personalmente me niego a vivir en un mundo uniformado, dónde todos pensemos igual y donde no haya espacios de sorpresa, descubrimiento e intercambio de visiones diferentes sobre un mismo punto. Pero, al mismo tiempo, también creo que es nuestra responsabilidad el asumir las diferencias con el respecto y la seriedad que el otro se merece.
Bueno querido amigo, espero que mis comentarios aporten en algo a tu trabajo. El objetivo de los mismos no está dentro de la crítica ni la desvalorización, sino todo lo contrario, del ánimo de la elaboración, el aprendizaje y el enriquecimiento mutuo.
Un abrazo
Vero
Qué tal! Qué sorpresa!
Me alegra verte por aquí, y agradezco tus comentarios. De hecho, no los veo como críticas, sino como demostraciones palpables de lo que he afirmado, aquí y en otros contextos, acerca del psicoanálisis (en particular, el de inspiración francesa).
Comentaré al final sólo algunos de los puntos que señalas, porque el quid de la cuestión es otro, más global, que te planteo con el ánimo de favorecer la reflexión, no de suscitar malestar.
Recuerdo que la primera vez que nos encontramos luego de mi regreso de España, me preguntaste: “Y esta teoría que tú estudiaste, ¿es conductismo, no?” Lo cual daba por supuesto que cualquier cosa que no fuera psicoanálisis (o quizá “humanismo”) sería por fuerza “conductismo”, y revelaba un agudo desconocimiento de la evolución de la psicoterapia en los últimos treinta años. (Porque, huelga decirlo, ni era “conductismo” ni el “conductismo” actual es el mismo de hace cincuenta años. Es más, ya no se llama así sino “teoría del aprendizaje”).
Ese es precisamente el problema: debido a este desconocimiento, propio del psicoanálisis al que haces referencia, no estás respondiendo a mi propuesta, sino a lo que fantaseas que es mi propuesta. De ahí que esgrimas argumentos que ya hace quince años, cuando los escuchábamos en la Facultad de orientación psicoanalítica (y pensamiento único) en que ambos estudiamos, eran viejos y manidos: la oposición superficial (síntoma) / profundo (inconsciente), la creencia de que el psicoanálisis es el único que ha estudiado los “procesos inconscientes”, la primacía de la “transferencia”, el fantasma del “eclecticismo” proteico y caótico, el psicoanálisis como último bastión de la “subjetividad”, además caricaturizada… Todo esto ha sido amplia, profusa y profundamente discutido en la psicoterapia contemporánea; es más, estos temas se plantean ahora en otros términos, en virtud de los descubrimientos en neurociencia, apego y cambio humano.
Así, muchas de las inquietudes que postulas ya han recibido respuesta hace tiempo, y otras siguen vigentes y animan la investigación y el debate. Lejos de estar ausentes y de ser el psicoanálisis el único que las esgrime, los terapeutas las tenemos muy presentes y forman parte de la investigación científica sobre psicoterapia.
Otro ejemplo del mismo fenómeno: hace poco recibí copia de una convocatoria a aplicar a un trabajo como terapeuta. Entre los requisitos figuraba algo como “ser de línea psicoanalítica”. En otras palabras, sólo los psicodinámicos podían postular a este empleo; la voz del “otro” no tenía cabida en este espacio de orientación psicoanalítica. Desde mi perspectiva, en cambio, no hay dificultad en trabajar con terapeutas formados en otras orientaciones (incluso el psicoanálisis) siempre y cuando podamos alcanzar ciertos consensos fundamentales (sobre objetivos del trabajo, formas de saber si nos estamos aproximando a ellos, etc), que se van forjando sobre la marcha y mediante la reflexión crítica. Colaboro con psicodinámicos, sistémicos, gestálticos, etc., sin dificultad, y jamás pondría como requisito a un postulante a terapeuta el ser “de línea constructivista” o cualquier otra cosa; solamente el haberse formado en psicoterapia y el demostrar experiencia y disposición a aprender (lo mismo se aplica a mí).
Irónicamente, una escuela que tanto defiende el escuchar y reconocer al “otro” se ha revelado notoriamente incapaz de mantenerse al tanto de lo que este “otro” ha dicho durante décadas, predispuesta a caricaturizarlo y simplificarlo y a negarle la entrada en sus propios espacios. (Por no decir que ha intentado silenciar a este “otro” sistemáticamente, impidiendo, por ejemplo, la publicación de resultados de eficacia por parte del Ministerio de Salud francés, cosa que ocurrió a mediados de la década pasada si no recuerdo mal). ¡Curiosa forma de defender la “subjetividad”!
No es de extrañar, dada la manera en que fuimos educados y en que muchos de mis ex-compañeros siguen reflexionando acerca de la psicoterapia y el mundo. Pues aún tengo presente una discusión que una de mis compañeras quiso cerrar diciendo “¡Es que eso es lo que hacen los conductistas!” A lo que yo pregunté: “Oye, ¿has leído algún libro de terapia conductista?” – “No” – “Entonces, no sabes lo que hacen los conductistas, sólo lo que los psicoanalistas dicen que hacen los conductistas”. Es decir, un prejuicio debido a la endogamia intelectual que permite reciclar una y otra vez las mismas ideas, como lo de “el síntoma”, el “eclecticismo”, etc.
Te invito a salir de esa endogamia y a explorar las discusiones actuales, donde encontrarás las respuestas a tus inquietudes, mucho mejor formuladas de lo que yo podría hacerlo aquí. Pero para muestra, un botón:
– ‘Me asusta ver la facilidad con que ciertas personas se cuelgan el título de “terapeuta”, sin tener ni las bases ni la ética necesaria para trabajar con pacientes ( escandaloso!). Estoy convencida que una de las maneras de evitar ciertos riesgos en el trabajo con personas es el tener una formación terapéutica de base clara, concisa y que te permita llevar a cabo elaboraciones en tu trabajo diario y que a través de esto logres un crecimiento en tu área.’ Totalmente de acuerdo! Pero…
– ‘…pienso que es mucho mas riesgoso el plantear una formación “ecléctica”, en donde cada persona “toma” o “escoge” lo que le conviene de cada teoría’, no es ni de lejos lo que he planteado, sino el caduco fantasma del “eclecticismo” con que nos adoctrinaban en la facul. Pareces suponer que sólo hay dos alternativas: o formarse a fondo y exclusivamente en una teoría o tomar desordenadamente técnicas de varias teorías para hacer un menjunje indigerible. (Dicho sea de paso, ¿dónde quedó la defensa de la “diversidad” que haces en otros momentos? Más bien suena a “que haya diversidad en la gente ¡pero en mi consulta, sólo psicoanálisis!”)
Desde luego que hay otras opciones. De hecho, la década de los 90 presenció una discusión interesantísima sobre la posibilidad de la integración en psicoterapia y los diversos niveles en que podría realizarse: epistémico, metateórico, teórico o técnico; discusión que resuelve este pseudoproblema al señalar que toda integración, por “ecléctica” que parezca, supone una serie de principios casi siempre tácitos sobre el ser humano, sus problemas y formas de afrontarlos; y que en vez de desvanecer dichos principios hay que volverlos explícitos y pasibles de crítica y refutación. Es imposible actuar sin principios; así que el peligro no es su ausencia sino su invisibilidad; y para contrarrestarla hay que sujetarse siempre a la crítica de los demás, del “otro”; o sea, evitar la endogamia.
– Así, ‘el terapeuta debe manejarse con la mayor objetividad posible’ es imposible. La objetividad (es decir, la visión desde ninguna parte o desde el ojo de Dios) no existe, sólo la intersubjetividad (la visión que surge del debate entre diversos practicantes).
– Igualmente, ‘Dentro de la ética psicoanalítica, trabajamos el caso por caso, la singularidad del encuentro con el paciente’, será cierto en el contenido, pero es falso en el proceso. Evidentemente, la historia de vida de cada paciente es distinta (contenido); pero el proceso a que se los somete es siempre el mismo, llamado “psicoanálisis”; y conduce, según tus propias palabras, al “surgimiento del sujeto”, al encuentro con los “deseos”, etc.; o sea, a uniformizar estos contenidos bajo una misma vertiente explicativa. ¿No es esto hacerlos a todos iguales, y de un modo mucho más subrepticio y esquivo? Pues desde el principio del análisis tú ya sabes que encontrarás “deseos”, que ha de “surgir el sujeto”, de “abrirse el espacio a la palabra”, de operarse mediante la transferencia, etc.; axiomas éstos infalseables e inoculados contra la crítica y la duda. (¡Para que luego se defienda la ficticia “mente en blanco” del analista!)
– ‘Lacan tiene una postura interesante ( que no deja de ser controvertida) en el cual propone que el psicoanalista debe tener “deseo de NADA” frente a su paciente, puesto que ya se ha comprobado que mientras mas queremos el “bien” para alguien, peor salen las cosas.’ ¿Dónde, cuándo, cómo y con qué métodos “se ha comprobado”? ¿Cómo distingues de un modo intersubjetivamente consensuable el desear “algo” del “desear NADA”? Y ¿se puede “desear NADA”? (Pero no me extraña que lo haya dicho Lacan, a la vista de su trayectoria de vida).
En lo que coincido es que ciertas posturas terapéuticas tienden a centrarse en el otro, a descuidar la relación y convertir las técnicas en fetiches; por eso sostengo que mi principal interés en la terapia o intervención es mi propia experiencia y que sólo a través de ella me puedo vincular con los consultantes. Lo de “deseo de NADA” me resulta harto especioso, y por eso no lo expresaría así. Y cuando hablo de “esperanza” no me refiero al “deseo”, como creo que tú lo interpretas, sino a una actitud global ante la existencia.
– ‘el hecho de que se evidencie en la actualidad algo que ya se había dicho hace mucho tiempo (la transferencia y su importancia en el trabajo)’… La relación terapéutica no es lo mismo que la “transferencia”, concepto también muy cuestionado y en gran medida abandonado en la psicoterapia contemporánea; así que en poco se parece lo que hoy se sostiene y se ha comprobado a lo que postuló Freud hace cien años. Cabría leer a Cyrulnik, uno de los pocos psicoanalistas de influencia francesa que han hecho investigación empírica en diversas culturas y que discute a profundidad la noción de apego; y a Jeremy Safran, cuyo “La alianza terapéutica” es imprescindible.
– ‘El usar el término “eficacia” en ciencias sociales y específicamente en psicología, si nos ubica en arenas movedizas’: no, si consigues definir la noción de un modo relativamente plausible, útil y sobre todo refutable -porque entonces puedes irlo mejorando progresivamente.
De hecho, es negar la eficacia lo que nos pone en riesgo: porque si nos rehusamos a investigarla (para preservar una supuesta “subjetividad” idealizada) le negamos la entrada a la crítica empírica y nos alejamos de lo que la gente pide y tiene derecho de exigir: respuestas claras a sus inquietudes. (O sea, lo que le ha pasado a cierto psicoanálisis: de nuevo la endogamia, el escolasticismo y el confundir “investigar” con leer por enésima vez a Freud, Lacan, Dolto y compañía).
Que no podamos decirle “no se preocupe, haciendo esto se curará en diez días y tres horas” no significa que estemos forzados a responderle con un vago “hay que ir viendo cómo va, pero puede tardar…” Una vez más, hay muchas opciones aparte de las polaridades que bosquejas en tu discurso, de la oposición “supuesto saber” / “humildad” (aparente).
No es casual que la terapia cognitiva (también muy criticable por varias razones) se haya impuesto en la práctica contemporánea: la evidencia demuestra que mejora con regularidad y de forma predecible varios trastornos, por lo cual las personas la prefieren cada vez más. Gracias a la misma investigación empírica sabemos hoy que la terapia cognitiva estándar resuelve exitosamente las depresiones pero no reduce la tasa de recaídas; y para lograrlo se han hecho propuestas verdaderamente revolucionarias que se inspiran en el budismo, la neurociencia y la teoría de redes y que se apartan radicalmente de las ideas freudianas, cognitivistas y conductistas clásicas.
– También tú reconoces que ‘Para esto sería importante el definir a que te refieres con eficacia: número de pacientes atendidos? Número de casos “cerrados”? discurso del paciente luego de la terapia? Discurso del paciente sobre el terapeuta (y acá no olvidemos la famosa transferencia)?’ Noto que no incluyes las diversas técnicas de evaluación de eficacia que se emplean regularmente desde hace dos décadas, como los cuestionarios autocompletados, las observaciones independientes, las listas de síntomas, etc.; técnicas que han demostrado repetidas veces validez concurrente y predictiva. Me imagino que todas ellas se engloban en “discurso del paciente…”; una vez más, esa visión totalizadora del “otro” que impide la auténtica comprensión.
– ‘Yo hago supervisiones directas con ellos, y en base a este trabajo, he sido testigo de cómo los conflictos personales del psicólogo vienen a interferir en el trabajo…’ No lo dudo; pero esto no demuestra que así sea, sólo que así lo ves tú. Del mismo modo, los pacientes del junguiano tienen “grandes sueños”, los del adleriano “sentimiento de inferioridad”, los del cognitivo estándar “creencias erróneas”, y así sucesivamente. (Y los míos ¿qué tendrán? 😉
Se llama “efecto Rosenhan” o “confirmación de expectativas”; es un clásico de la psicología social y cognitiva, supercomprobado desde hace más de cincuenta años: uno casi siempre ve lo que espera ver. Es más: los pacientes tienden a confirmar las expectativas, teorías, creencias, etc., de sus terapeutas. Por eso, la evidencia anecdótica es meramente ilustrativa y se necesita de la investigación en base a diseños “ciegos”, cuasi-experimentales o al menos correlativos; metodologías que brillan por su ausencia en ese psicoanálisis (no en todos), cuya única premisa metodológica es “apelad a la clínica”.
Te copio lo que ha dicho Peter Fonagy, quizá el psicoanalista británico más interesante de la actualidad:
“El punto central aquí es que la función clave de la teoría para quienes practican el Psicoanálisis es dar un sentido a los fenómenos clínicos. En otras palabras, es una herramienta meramente heurística, más que una herramienta para una genuina deducción. Este abordaje, aún en su rol crítico desde el punto de vista de la práctica clínica cotidiana, es de valor limitado en términos de construcción y elaboración de teorías. El valor de la teoría basada en la investigación clínica está en el hecho de que pueda sostener el trabajo clínico. Su debilidad es su excesivo apoyo en la inducción y, por lo tanto, su dramático fracaso en ayudar a construir una base de conocimientos coherente, integrada y sólida que pueda sistemáticamente evolucionar en su definición del abordaje psicoanalítico.”
– ‘Yo personalmente no pondría el asunto de lado de bueno o malo y peor aun uniría el trabajo del terapeuta con su condición de “buen” o “mal” ser humano.’ En línea con lo discutido sobre la eficacia, nótese cómo el evitar estos temas permite justificar cualquier tipo de atropello a los derechos de los pacientes; como los que hizo Freud, que -ahora sabemos- falseó sus estudios de caso proclamando éxitos terapéuticos donde no los hubo. Por el contrario, a mí me parece inseparable la ética de la práctica terapéutica, y ésta de la vida y cosmovisión del terapeuta. Como dijo Sartre, ante la vida sólo hay dos respuestas, sí o no; y todo lo que no es un “sí”, es en el fondo un “no”. Abstenerse, refugiarse en la “neutralidad” que Freud imaginó, es en el fondo responder “no”, negarse a ver al “otro”, a aceptar las consecuencias de la propia conducta; lo que lleva al escolasticismo, la endogamia intelectual, el reciclaje de ideas, la visión totalizante del “otro”, etc., como ya te he señalado.
– ‘No es el objetivo final de la terapia, según mi punto de vista, el llegar a “comprender” al paciente, pero si el acompañarle y sostenerle en su proceso terapéutico para que haya una aparición del “sujeto”…’: Tampoco postulo que la “comprensión” sea el “objetivo” de la terapia, máxime entendiéndola como creo que la entiendes; pero por si acaso, te invito a leer esto; prestando atención especial al concepto de “anagnórisis”, que se acerca más a mis ideas (al menos, hasta hace un par de años).
Yo, en cambio, no me veo como ese acompañante privilegiado y quizá indispensable para que “surja el sujeto”, supuestamente “reprimido” hasta entonces; ni le asigno a la terapia ese papel casi mesiánico de “hacer surgir el sujeto” (por más que luego se reniegue del “furor curandis”). Ni creo que sea el psicoanálisis el elegido para defender la subjetividad de las maldades del “capitalismo”, el “imperialismo” o la “globalización”. (¡Curiosa “humildad” la de arrogarse un rol tan importante en el devenir de la historia!)
Finalmente, te muevo también a leer mis escritos sobre fetichismo de la técnica, la teoría del defecto de fábrica y el papel de la esperanza. A lo mejor descubras más semejanzas de las que aparecen prima facie, porque yo también deploro un mundo de pensamiento único y desaparición de la diversidad.
Y por eso, precisamente, me abrí a otras teorías, visiones y filosofías, más allá del psicoanálisis y su endogámica “compulsión a la repetición”.
Apertura a la cual te invito cálidamente.
Un abrazo,
Hola otra vez:
MMM aunque siento que este intercambio, se está volviendo mas en un “ataque-defensa” a un paradigma específico (en este caso al psicoanálisis) que de las ideas de fondo ( o sea de tu propuesta inicial) no puedo dejar de decir ciertas cosas de tus comentarios.
Pues si, mi formación teórica es psicoanalítica ( y mas con influencia francesa, por supuesto, si estoy en la UCL- Bélgica) es evidente , sin embrago mi trabajo en clínica lo hago directamente en Ecuador y espero que en mis elaboraciones no me quede únicamente en la teoría, sino que éstas estén directamente influenciadas por el trabajo de terreno, puesto que estoy convencida que allí está la riqueza de nuestro trabajo ( en todo caso espero que esto se note en mis elaboraciones….) . Y si puede ser que yo de mucha importancia al trabajo clínico ( a la apuesta del trabajo por la singularidad, como ya lo dije antes) y que esto venga a chocar con la idea actual de los resultados en “masa”, “en cantidad” y “fiables” ( a nivel de la salud mental!! Las personas que asuman esa postura de “certeza” evidencian la poca experiencia clínica que tienen, de lo contrario sus pacientes ya se hubiesen encargado de mostrarles lo subjetivo de todo este asunto.)
Estoy de acuerdo contigo, que fuimos formados en la universidad con una visión estrecha y limitada (dentro del psicoanálisis mismo) , y estoy convencida que esto trajo como consecuencia que existan varias posturas: los que aman y siguen esa línea tal cual ,los que la rechazan y no quieren saber mas de ella y otros que si bien nos enamoramos del psicoanálisis pues buscamos formas de trabajo dirigidas mas a lo social , fuera del consultorio. (Claro debe haber más, pero por ahora no se me ocurren… debe ser por mis limitaciones 😉 ).
Por esto, si me desanima el escucharte decir que la postura que “crees” que asumo es la misma de hace 15 años asumían estudiantes universitarios ( pff eso si es una pena) puesto que yo creo haber hecho un camino interesante hasta ahora , tanto a nivel clínico como teórico, para hacer aportes al medio en el que nos desenvolvemos. En fin, pienso que acá también se puede aplicar lo que tú me criticas: fantasmeas sobre lo que “te imaginas” que es mi trabajo. Sería interesante el poder abrir espacios para explicarnos mutuamente, el tipo de trabajo que hacemos en la actualidad, para desde allí entendernos mutuamente y a nuestras posturas.
Y tomándote la palabra, así como me parece interesante tu invitación a hacia la apertura de otros paradigmas, yo también te invito a conocer nuevas propuestas de trabajo a nivel de la clínica y la teoría psicoanalítica.
Lo que sí me preocupa, son frases tuyas como: “No es casual que la terapia cognitiva (también muy criticable por varias razones) se haya impuesto en la práctica contemporánea: la evidencia demuestra que mejora con regularidad y de forma predecible varios trastornos, por lo cual las personas la prefieren cada vez más.” Aseveraciones de “ser mejor”, la “mas eficaz” , “ la que tiene la respuesta”, “ de imposición mayor” son peligrosas. El que uno u otro paradigma asuma “el saber” y “la verdad” es mas peligroso aún. Humildad, Esteban, humildad….
Insisto las certezas en el campo de la salud mental son campo minado ( bueno, en el fondo las certezas en cualquier ciencia humana lo es).
Con relación a tu insistencia por la poca apertura del psicoanálisis ( o de algunos de nosotros ) hacia las nuevas tendencias actuales a nivel psicológico pues creo que te doy en parte razón.( y gracias por el detalle de que al conductismo ya no se le llama conductismo….. cosa extraña, voy a informar esto acá en la Facultad de Psicología de la UCL, donde hay un movimiento conductista – perdón de teoría del aprendizaje- importante…. 🙂 )
Pero esto, de ninguna manera desvalida o anula la importancia del trabajo que lleva a cabo el psicoanálisis en la actualidad. Estoy convencida de que la gran cantidad de propuestas que existen ( y que algunos sectores ignoran este trabajo y en base a esto deforman a este paradigma) a nivel social es una muestra de ello. Y por eso me sorprende tu afirmación ( y hasta caricaturización ) sobre la investigación en psicoanálisis: a partir de los años 80 hubo un movimiento importante del psicoanálisis de apertura hacia lo social, de donde se desprendieron varias investigaciones-acciones ( en Bélgica-Francia-Inglaterra y Estados Unidos) con corte psicoanalítico y esto se mantiene hasta la actualidad ! Ahora hay propuestas en Chile, Argentina y Brasil también . La investigación en psicoanálisis, no implica (como tu lo afirmas) en una “relectura” de Freud, Lacan y Dolto! El afirmar esto es grave y denota tu desconocimiento en esta área.
Y de hecho, el trabajo que yo estoy llevando a cabo en la actualidad entre Ecuador y Bélgica es también una investigación-acción ( ah! de corte psicoanalítico). Evidentemente Cyrulnik no es el único que ha trabajado en investigación ( a propósito va a ser nombrado doctor honoris causa por la UCL en esta época, ya te contaré si lo veo :))
Como ves, la ignorancia no puede ser solo del psicoanálisis a otras propuestas, sino también viceversa. (Por eso me sorprende que digas que algunos de los temas que topé anteriormente, están ya “resueltos”…. Cosa extraña tomando en cuenta que siguen siendo de actualidad en el medio académico que me encuentro ahora (europeo) , que además lo evidencio personalmente en mi trabajo clínico (en Ecuador) y a través de intercambios con otros colegas clínicos sudamericanos… tal vez en Asia, África o los gringos ya lo hayan resuelto…. Porque acá se sigue debatiendo, construyendo a nivel de varias líneas teóricas) .
Lo del mail del pedido de un psicólogo clínico (de formación psicoanalítica) era mío. Es un proyecto de trabajo psicólogo dirigido a lo social, que trabaja con una metodología de corte psicoanalítica (única en el país) , y en el cual los coordinadores son responsables no solo de la parte clínica sino también de la parte de capacitación de pasantes y del trabajo interinstitucional. Los coordinadores que trabajan en el mismo llevan a cabo un trabajo con dispositivos psicoanalíticos específicos y creados en el medio. Tomando en cuenta que es un proyecto a nivel nacional, lamentablemente no podemos darnos el lujo de formar al personal en las bases teóricas que ya tienen que dominar. Esto, me parece algo básico y no entiendo él porque puede provocar sorpresa, sino que sigue una coherencia en cuanto a la lógica de trabajo usada y el tiempo con el que contamos.
Ahora, como te decía anteriormente, una vez que los dispositivos se llevan a cabo, la relación con diversos actores y paradigmas son parte del trabajo cotidiano. La exigencia es mas del orden de lo práctico que de lo teórico (otra vez aparece el fantasmeo… qué podremos hacer con este fantasmeo de lado y lado? jajajaj)
Te cito con relación a mis constataciones en supervisión y tu comentario: “No lo dudo; pero esto no demuestra que así sea, sólo que así lo ves tú” . Pues claro que lo que yo te he dicho es lo que yo veo! Lo que yo veo, vivencio y analizo en base a mi trabajo clínico y a mis elaboraciones posteriores. No se me ocurre de donde mas podría plantearlo: talvez de análisis netamente teóricos y fuera de la realidad cotidiana? Pues no, creo que me quedo con el trabajo de terreno directo, en base al cual puedo argumentar mis ponencias. (Ah tal vez no sea esto considerado muy científico, y ahí si vamos a entrar en el eterno cuestionamiento del caso único, de los estudios de caso y su validez científica…. Y en el cuestionamiento de la llamada “investigación fundamental” a la “investigación-acción” En fin, ya en la actualidad este punto quedó definido y la investigación-acción reconocida en su validez científica y académica).
En ninguna parte de mis comentarios afirmé que el psicoanálisis era el “llamado en la lucha de la mundialización o del capitalismo”. Jamás me atrevería a asumir esa postura, ni en nombre del psicoanálisis, ni en el mío propio. Lo que si hago es comentarios, desde mi visión, de ciertas tendencias actuales. Los demás psicólogos pueden hacer, si lo desean, comentarios desde su perspectiva, no? Nadie es el dueño de la verdad.
Y para cerrar la discusión en torno al psicoanálisis (que lamentablemente nos tomó la mayoría de la discusión y no tus propuestas del blog) , pues nunca dejará de sorprenderme las pasiones que crea este paradigma. Comentarios tuyos como: endogamia intelectual, el escolasticismo, el confundir “investigar” con leer, visión totalizadora del “otro” que impide la auténtica comprensión, su “compulsión a la repetición”, ”, la primacía de la “transferencia”, el fantasma del “eclecticismo” proteico y caótico, el psicoanálisis como último bastión de la “subjetividad”, etc,etc , dan cuenta del grado de interés ( o rechazo, en todo caso mueve algo) que esta propuesta produce! Y como muestra un botón: en Francia hay movimientos nacionales a favor y en contra del psicoanálisis….. lo que puede producir este paradigma, no? Impresionante!
Y retomando ( por fin! ) tu propuesta inicial de: “el fin de las escuelas psicológicas”, pues ahí si veo un poco complicado relacionarlo con la idea que expones en tu respuesta de: “porque yo también deploro un mundo de pensamiento único y desaparición de la diversidad”.
Entonces, por que la propuesta de terminar con la diversidad de las escuelas psicológicas? Para hacerlas mas eficientes? Para que los terapeutas pensemos y funcionemos igual? Para usar todos “la mejor” técnica? Por qué la propuesta de unificar si con esto perdemos la diversidad? Eficiencia vs Diversidad en la psicología?
Por que no irnos del lado del respeto de unos hacia otros? Por que no dejar de lado esa manía de la primicia del “dueño del saber, la eficiencia y la verdad” que tienen algunos, que no nos llevan a nada, sino al choque entre corrientes?
Creo que sería valioso para todos, no que los paradigmas desaparezcan ( lo que implicaría que el “otro diferente, que no piensa como yo desaparezca”) , sino que aprendamos a trabajar en nuestras diferencias, con nuestras diferencias, junto a nuestras diferencias.
Bueno, querido amigo, como ves son posturas muy diferentes pero también similares, pero creo que en el fondo solo son eso, formas de ver los fenómenos desde diversos ángulos.
Creo que cada uno de nosotros (vos desde tus elaboraciones teóricas y yo desde mi análisis del trabajo clínico, cada uno a su manera) aportamos un granito para que la salud mental en el Ecuador cambie, para que logremos llevar a cabo un trabajo responsable y ético con los demás. Que estemos o no de acuerdo es secundario, por el contrario, que aprendamos a respetarnos en las diferencias: es esencial.
Algo que se me fue en el otro mail ( y que lo re-pensé luego) es el felicitarte por abrir espacios de intercambio y construcción. Personalmente creo que es mas interesante ( y aporta mas a las elaboraciones personales ) cuando hay debate (serio y con respeto, claro está) que cuando lo único que obtienes de tus colegas y amigos es un : si, si maravilloso…
Ya pues, ahora si me despido
Un abrazo
Vero
Vero!
Lamento que te hayas sentido atacada. No era mi intención; únicamente señalar ciertas cosas de tu discurso tal como las veo. En aras de la claridad:
1. Si te fijas en tu propio discurso verás que constantemente traduces lo que propongo a términos psicoanalíticos: donde hablo de “relación terapéutica” tú pones “transferencia”, donde digo “esperanza” tú lees “deseo”, etc.
2. Acto seguido, cuestionas o criticas esta traducción de mis propuestas: por ejemplo, “no entiendo en qué podría la transferencia llevarnos a la desaparición de las escuelas terapéuticas”.
3. Esta traducción, como todas, pervierte el sentido original de los conceptos: traduttore, traditore. Porque la “relación terapéutica” no es ni de lejos lo mismo que la “transferencia”, y así sucesivamente.
4. Por ende, no estás criticando lo que yo digo, sino la traducción de lo que yo digo a términos propios de otra escuela. De ahí el fantaseo. O bien, estás criticando algo que desconoces, porque no estás al corriente de la literatura relevante contemporánea en la que me apoyo y que cito constantemente.
5. Así, para ser coherente con este diálogo, que tú misma has propuesto, es imprescindible que compartamos unas bases comunes; y ya que has elegido comentar algunas de mis propuestas, estas bases deben nutrirse de la literatura en que me apoyo, porque si no, no estás comprendiendo lo que afirmo.
6. De ahí que hable de la endogamia: la negativa a entender de verdad una propuesta antes de criticarla porque no es parte del índice de lecturas de la escuela a que me adscribo y el constante volver a los mismos “maestros” (Freud, Lacan, Dolto, etc).
7. También de ahí que hable de escolasticismo, refiriéndome a la clásica práctica escolástica de “si no está en Aristóteles no existe”; que se evidencia, en este caso, cuando perviertes mis ideas volcándolas a expresiones psicoanalíticas creyendo que estas bastan para dar cuenta de aquellas; lo que parece indicar que, a tu juicio, no hay necesidad de leer a Michael Lambert o Larry Beutler para cuestionarlos porque uno parte “desde el psicoanálisis”.
8. Asimismo, lo de la “mirada totalizante”, que funde en una misma cosa alianza terapéutica y transferencia o confunde el constructivismo con el conductismo, cegándose a las diferencias que median entre ellos.
9. Y por eso te apunto la ironía de que una escuela que se precia de respetar, reconocer y escuchar al “otro” no se digne a leer y comprender a fondo lo que este “otro” dice antes de criticarlo.
10. Por lo que insisto: te invito a explorar la literatura contemporánea sobre psicoterapia para que puedas hacer críticas desde la comprensión y no desde el malentendido. (He aquí un excelente punto de partida, de Fernando García, cuyo trabajo admiro y con quien tuve el placer de colaborar en Buenos Aires).
Toco brevemente algunos otros puntos que señalas.
– No me cabe duda de que lo que piensas ahora es distinto de lo que pensabas hace quince años; pero aunque así sea, los argumentos que esgrimes son los mismos que escuchábamos en boca de nuestros profesores (el eclecticismo, la “existencia” del “inconsciente”, la “profundidad” de las causas versus la cura meramente “sintomática”, etc). A eso me refería con el reciclaje.
– Relaciono esto con la epistemología de la que pareces partir, en la cual la “certeza” ocupa un papel curioso que intento describir más adelante.
– Me gusta el hincapié que haces en la clínica. Sin embargo, pareces basarlo en un contraste entre “(mera) teoría” / “práctica clínica”. Hoy sabemos que, debido a cosas como el efecto Rosenhan y el de regresión a la media, la clínica sola no basta para construir ni poner a prueba una teoría de la terapia (véase el texto ya citado de Fonagy, psicoanalista que lo admite a las claras), porque está sujeta a innumerables distorsiones cognitivas (falso recuerdo, embellecimiento del resultado, confirmación de expectativas, regresión a la media, variables intermediarias no identificadas, etc).
– Una vez más, si no quieres indagar sobre todos estos efectos y cómo se reflejan en los diseños de investigación, tampoco puedes cuestionar nociones como “eficacia” excepto desde el prejuicio.
– También desde este prejuicio se mantienen y enseñan prácticas a todas luces iatrogénicas por la negativa a estudiar y comprender los postulados de quienes hacen investigación de resultados.
– Con eso, la supuesta oposición entre práctica y teoría se anula: como decía Bateson, nada hay más práctico que una buena teoría -a lo que yo añadiría, no hay mejores teóricos que los que hacen práctica. Pero se necesita de las dos cosas: estar al tanto de las discusiones en la literatura contemporánea y reflexionar sobre sus implicaciones en la práctica.
– Lo mismo se aplica a tu creencia de que mi postura oblitera las diferencias y anula la subjetividad. Fíjate en la arquitectura, por ejemplo. Todos los arquitectos comparten ciertos principios inescapables derivados de la ingeniería y la naturaleza de los materiales, estructuras y fuerzas; y el que no lo hace construye casas frágiles y peligrosas. Pero de eso no se sigue que todos piensen igual, hagan diseños idénticos o sean incapaces de innovar. Al contrario: la arquitectura es, además de una ciencia, un arte lleno de creatividad y subjetividad. Lo mismo la física, la química, la biología, la matemática, y en general todas las ciencias.
– Porque el que todos compartamos ciertas premisas no nos hace menos diferentes, pero sí nos permite trascender nuestras diferencias por medio de un diálogo honesto y transparente. Incluso podemos criticar y debatir dichas premisas, siempre y cuando las comprendamos de verdad.
– Ejemplo: Beck, Ellis y Segal son considerados “cognitivos”; pero sus teorías y formas de trabajar son harto disímiles, extremadamente originales, subjetivas e interesantes.
– Sobre la certeza, me llama la atención los reparos con que la tratas cuando al mismo tiempo defiendes con vehemencia tus planeamientos. Esta vehemencia, que me gusta y admiro, da cuenta de que esas son, precisamente, tus certezas, por más que no las quieras llamar de ese modo; es decir, son premisas (a menudo tácitas) de las que partes y que consideras verdaderas. Lo cual es natural, porque vivir implica tener certezas, certezas que orientan nuestra acción y sirven de norte para nuestros esfuerzos. (Caricaturizando, diré que quien vive sin certezas se llama “neurótico obsesivo” y está atrapado en la inhibición, la duda y la evitación).
– Sé que desde ciertas epistemologías es de mal gusto hablar de “certezas”; pero me atrevo a sostener (porque las he estudiado en mi doctorado) que eso ocurre porque no se han tomado la molestia de entender lo que se quiere decir cuando se habla de “certeza” en ciencia. Las obras de Mario Bunge y toda la tradición epistemológica del realismo crítico son referencias invalorables -que, por desgracia, muy pocos leen antes de criticarlas.
– La humildad no consiste en no tener certezas; consiste en ser capaz de aceptar que están erradas cuando llega el momento. Y si ves la historia de la psicoterapia contemporánea, eso ha sucedido una y otra vez; por ejemplo, en el descubrimiento de que la terapia cognitiva no reduce las recaídas -lo que ha desmentido poderosamente su supuesta capacidad curativa y ha generado intenso debate acerca de su “principio activo”.
– Cuando no estás seguro de nada, tampoco puedes equivocarte nunca; y no equivocarse nunca es extremadamente arrogante.
– Así, la certeza es compañera fiel de la crítica: porque sólo mediante la crítica se puede aprender. Sólo criticando, cuestionando, etc., podemos separar el trigo de la paja y hacer avanzar la ciencia. Pero si quieres criticar debes también aceptar que te equivocas cuando así es.
– A mi juicio, fue Chesterton quien escribió el mejor mandamiento epistemológico: “hay que ansiar la vida como el agua, pero apurar la muerte como el vino”. O sea, hay que buscar la verdad con pasión y audacia, pero aceptar el error con humildad y alegría. Hay que defender las propias ideas con vehemencia -pero ser igual de vehemente al aceptar que te has equivocado. Y eso se refleja en la evolución del pensamiento, en que en vez de reciclar una y otra vez los mismos conceptos se los profundiza, modifica y cambia de nombre a lo largo del tiempo.
– Lo del psicoanálisis como bastión de la subjetividad y etc., aunque suena a invento, no lo es: lo dijo al pie de la letra Silvia Bleichmar, connotada psicoanalista argentina, hace tres años en el Congreso Mundial de Psicoterapias, y lo he leído en varios lugares (de hecho se insinúa en tu discurso). Es coherente con la visión totalizadora de que la investigación de resultados es “uniformizante” y acabaría con la subjetividad, etc.; pero como ya he señalado, esto es un malentendido.
Un abrazo afectuoso,
Hola querido amigo:
Bueno pues mira, yo creo que los dos hemos podido dar nuestros puntos de vista.
Que estemos o no de acuerdo es otra cosa, en todo caso, este pequeño intercambio es una evidencia que las diferencias existen. Que veamos las cosas desde diferentes ángulos, pues no me parece grave, e incluso muy sano, no? 🙂
Un abrazote desde acá tambien!
Vero
Psicoanalisis??? Psico y analisis???? Via el constructivismo…..
Todo es una construccion, aunque haya algo “dado”…
Vero!
Qué pena que hayas decidido cerrar el intercambio, ahora que se estaba convirtiendo en un diálogo!
Porque es intercambio cuando yo te doy, digamos, un chicle, y tú a mí un esfero; no se ha construido nada, sólo ha habido un cambio de manos. Del intercambio sólo te llevas algo que antes no tenías; pero no se crea nada nuevo.
En el diálogo, por otro lado, se construye algo nuevo. Del diálogo no sólo nos llevamos cosas sino que creamos cosas, ideas y planteamientos. Por eso, dialogar nos enriquece a todos.
Y por eso, del diálogo nace la comprensión, no únicamente el “respeto” entendido como el “cada uno, cada uno”, “respeto tus creencias mientras no te metas con las mías”, “allá tú en tu metro cuadrado”. Por eso, también, del diálogo, y no del intercambio, nace el cambio terapéutico.
Bajo la metáfora del “intercambio”, “darte” la razón es “perderla” yo, y viceversa. Pero en el diálogo, “comprender” no es darle la razón a ninguno de los dos, sino descubrir (o crear) una razón que nos trasciende a ambos, en la que ambos nos reconocemos.
Del diálogo siempre salimos distintos: porque nos encontramos con la trascendencia oculta en la rutina.
Todo lo cual intento aplicar en mi forma de enseñar, intervenir y hacer terapia y academia.
Esto me ha permitido esclarecer esta diferencia crucial y que me ayuda a precisar mejor mi práctica en relación con otras. ¡Te lo agradezco!
Un abrazo,
Jajaja eres realmente terrible… ya,ya
Mira, no veas esto como el cierre del diálogo ( no creas, el aprendizaje es mutuo).
Creo que fue un primer contacto muy muy interesante ( y que me permitió el hacer un movimiento hacia “entender tu propuesta” y que vos conozcas un poco la mia.)
Y para que veas, pues encontré un artículo de I Sandoval sobre las neurociencias y la cognitiva -tal vez ya lo hayas leído- que llamó mi atención.
( http://www.freud-lacan.com/articles/article.php?url_article=isandoval180208)
Una visión ( mas que una visión, un breve recuento y análisis ) de la NC desde el psicoanálisis. Es un paso dentro del “etnocentrismo” ,no? jajaja.
En todo caso, leer a un autor abierto y serio como Sandoval es siempre enriquecedor.
Pero también estoy convencida que es necesario el dejar las cosas un rato quietas ( o sea darnos un tiempo cada uno, en todo caso yo, para volver con otras ideas en base a este intercambio inicial).
Es decir, ( jaja si ya vuelve esta man con su paradigma)darnos un tiempo para replantear ideas en base al “après-coup” tan cacareado por el psicoanálisis… en pocas, pues pensemos un rato de lo que se ha hablado ( que ha sido apasionante, debo aceptar)y volvemos luego al intercambio, que tal?
Chuta, además querido amigo, mas allá de todo lo dicho, tengo una tesis que entregar en 5 meses y estoy ( como te imaginarás a full..)
En todo caso, no te preocupes, que el contacto se retomará y el diálogo continuará….
Saludos,
Vero
Sí, conocía el texto de Iván, que es un buen intento inicial. Cita a Damasio y Edelman, que han admitido su interés por Freud, pero no (por ejemplo) al igualmente relevante Allan Hobson, que ha sido altamente crítico de sus ideas.
Por otro lado: “Más allá de la experiencia de la conciencia como vivencia fenomenológica, su ocurrencia es en buena medida el efecto de un trabajo sobre la información”, es correcto únicamente hasta 1990. Porque entonces aparecieron diversas propuestas en filosofía y neurociencia que trascienden el paradigma del procesamiento informacional, que ahora caracteriza sólo a una porción de la ciencia cognitiva, no a la totalidad. (El mismo Edelman no cuadra aquí dentro, por razones que él desarrolla en otros de sus textos y en diversas conferencias sobre inteligencia artificial). El libro de Varela “Conocer”, publicado en esas épocas, ya anunciaba esta diversidad; es más, el trabajo de Varela brilla por su ausencia en esta revisión de la NC.
Así que “la NC se ocupa fundamentalmente de la mente como procesamiento de información (conciente e inconsciente) y emisión de respuestas y su correlato neurofisiológico”, es una sobregeneralización derivada de una lectura parcial.
Suerte con tu tesis, y ya conversaremos más adelante,
Im singing in the rain….
Im repeating in Lacan……
Es increible! hay que ver! y eso que no topaste el tema de las “Spiegelneuronen” (Neuronas especulares), jeje…..
Sí, las neuronas espejo! El trabajo de Vittorio Gallese, que se inscribe dentro del psicoanálisis científico, es estupendo!
Al senior Gallese tuve la oportunidad de verlo en Freiburg en una conferencia, pues el Professor Bauer tambien tiene una linea de investigacion dentro de lo que son las “Spiegelneuronen”. en lo personal me parece que este descubrimiento (y no concepto), aporta mucho al entendimiento del desarrollo del individuo, sea a traves del vinculo, aprendizaje o la interpretacion.
Me ha gustado mucho el leer la discusion aqui, y debo decir que me gusta muchisimo la rigurosidad con la que expones tus ideas Esteban, siempre me ha gustado eso de ti y ante todo tu apertura de la cual pude nutrirme y participar tanto en quito como en Barcelona.
En lo referente al tema discutido en lineas arriba; soy de la idea que solamente a traves del cambio se puede lograr avances tanto para el terapeuta como para el paciente. La vision integrativa del ser humano tampoco nos dara la posibilidad de abarcarlo en su totalidad, pero el parcializarlo y desmembrarlo en conceptos, es hacer teoria, de ahi mi rechazo a muchos conceptos psicoanaliticos.
en Alemania el Preofessor Grawe, ha hecho grandes avances demostrando que la “mera introspeccion” no sirve para nada dentro del proceso terapeutico (proceso de cambio), se necesita la “Erlebnis” es decir la vivencia real y no “transferencial” en el vinculo terapeuta paciente. Se necesitan nuevos “inputs” que generen cambios reales en los canales neuronales que se han engendrado. Baste entender la vision del cuerpo que tiene un fisioterapeuta cuando nos dice que el cuerpo “guarda” posturas o que el cuerpo “tiene memoria”, para entender lo dicho anteriormente. En los canales neuronales viajan ciertas pautas, modelos, referencias, que solo a traves de un moviemiento real puede generar a cambios.
Y sobre la transferencia psicoanalitica, creo que estan mas preocupados de la transferencia bancaria que otra cosa. si el analista ha de desear nada, me parece que han de haber hecho un largo, tortuoso peregrinaje por el Budismo.
Estoy casi seguro que un analista al leer esto podria decir, “usted habla de terapia, el psicoanalisis es otra cosa”, a lo que yo responderia: “las nubes son movidas por el viento, pero podriamos creer que es la tierra la que tan velozmente gira”.
Un abrazo Esteban, un feliz y prospero anio nuevo amigo!!!!
Rodrigo!
Sí, yo también creo que el descubrimiento de las neuronas espejo marca un hito en la comprensión del ser humano. Permite entender por vez primera el fenómeno de la “simpatía”, la sintonía emocional que suele caracterizar las interacciones humanas, y la comprensión “experiencial” que surge en los diálogos terapéuticos.
Sobre la necesidad de la acción, en efecto, la investigación sugiere que el cambio se da más por fuera que por dentro de la escena terapéutica. Hace años, Lambert calculó mediante un metaanálisis la proporción del cambio que se podía atribuir a diferentes factores; el trabajo terapéutico no superaba el 40% en ningún caso. Existe actualmente cierto consenso de que la mayor parte del cambio se gesta en el mundo real del paciente, no en la terapia; y eso pone en entredicho la visión de la relación terapéutica (“transferencia”) como un espacio privilegiado y fundamental. Al contrario, cada vez más terapeutas reparan en la necesidad de abordar el contexto relacional de sus pacientes, alejándose de la “neutralidad” y la díada paciente-analista.
También hace años se sabe que el mero “insight” no basta para suscitar cambios duraderos; es más, en muchas ocasiones ni siquiera es necesario.
Y finalmente, la idea de que el fin de la terapia se da cuando el sujeto reconoce sus propios deseos y se “responsabiliza” de ellos ha sido ampliamente cuestionada; ahora sabemos que ese es sólo el principio del cambio, no el final. Gendlin tiene un texto estupendo donde discute esta creencia psicoanalítica y muestra cómo conduce a objetivar a las personas sujetándolas a sus supuestos “deseos”.
Un abrazo para ti también y que este año te sea favorable en todo,
Excelente!!!!
Me podrias decir donde encuentro el texto de Gendlin please?
Un fuerte abrazo proeshor!!!
Si mal no recuerdo, estaba en “El focusing en psicoterapia”. En uno de los capítulos refiere una discusión con un psicoanalista que le pregunta, poco más o menos: “en virtud del análisis he descubierto mis deseos, he comprendido sus orígenes históricos en ciertos traumas, y los tengo bien identificados. ¿Puede haber algo más allá de eso?” Y pasa a responder que sí, desde luego, en base al focusing.
un abrazo,
Excelente Esteban!! Muchisimas gracias.
Un fuerte abrazo y hasta pronto!
cual es la diferencia entre las perspectivas centradas en la homeostasis y aquellas centradas en el cambio adaptativo y los equilibrios dinámicos, por que son las segundas mejores q las primeras?
Pendiente de un post futuro, señalo una diferencia crucial. Según las perspectivas centradas en la homeostasis, los organismos actúan para adaptarse a las condiciones presentes en el entorno; es decir, “re-accionan” al presente. Según las otras perspectivas, los organismos actúan para anticiparse a las condiciones futuras tal y como las anticipan a través de las presentes; es decir, se adelantan adaptativamente al entorno. ¡Las implicaciones de esto son revolucionarias y potentes!
Saludos, creo tan difícil como encontrar las palabras para responder a esta cadena tan interesante, el poder hallar una fórmula que resuelva uno o el principal problema del campo PSI…
Me parece qué si habría que haber algo compartido por todos los interesados es la dificultad de saberlo y trabajarlo TODO. Creo que con cada una de nuestras posiciones lo que más evidenciamos es justamente la dificultad de no ser justos con las teorías por omisión, por lo que desconocemos, no por lo que sabemos. Reconozco que cada teoría tiene las taras heredadas seguro de quienes las transmitieron (como el discurso de los analistas para analistas), pero reconozco también que solo un trabajo riguroso, no rígido desde el que uno pueda establecer una ética (posición frente a la verdad: epistemológica quizás)particular pero acorde a una linea de acción nos aproximaría (porque no se si existen garantías) a sostenernos frente a un paciente que en última instancia busca “la felicidad”. No es simplemente un trabajo académico el que invito ha hacer sino un proceso de afinar la “ética” (termino vago que habría que discutir) que queremos sostener y defenderla pero sin espada ni escudo.
Si uno de los errores de los que transmiten el psicoanálisis esta en silenciar otros saberes sin tener siquiera una aproximación (un libro), lastimosamente para poder acercarnos un poco a lo que el psicoanálisis y otras corrientes sostienen se necesita más que simples referencias o incluso un bagaje de autores … lo que me parece realmente peligroso no es lo que podemos sostener desde cada teoría sino el juicio que podemos hacer de lo que ignoramos… por esta razón me resulta refrescante leer este blog siempre lleno de novedades.. Saludos