Hace ya muchos años, dentro de los programas de maestría en los que participaba, me vi en la tesitura de supervisar varios grupos de aprendices en sus primeros encuentros con la psicoterapia. Mi conocimiento de supervisión era ante todo empírico, destilado de las que había tenido la suerte de compartir con varios maestros y maestras de la psicoterapia; pensé, por tanto, que para supervisar adecuadamente debía organizarlo y precisarlo apelando a la literatura sobre el tema.
Para mi sorpresa, una búsqueda exhaustiva de libros y artículos me demostró que no existía ni un solo manual de supervisión terapéutica propiamente dicho; por no hablar de uno que pudiera aplicarse independientemente del enfoque, factor fundamental ya que, por las características de los programas formativos en que yo trabajaba, tenía que supervisar a terapeutas formados en teorías muy distintas (cognitivos, sistémicos, psicodinámicos y humanistas).
Así, en ausencia de una guía, comencé a organizar mis observaciones e ideas sobre la supervisión, primero sólo para mí mismo y luego para algunas maestrías que me pedían capacitación específica en cómo supervisar. Eventualmente comprendí que, si quería supervisar terapeutas de enfoques tan contrastantes, tenía que ir más allá de sus diferencias para aprehender lo que los unía (idea que ya he defendido en varias ocasiones). Es decir, una teoría de la supervisión exigía crear un metamodelo de la psicoterapia.
La supervisión no es sólo resolver el caso problemático sino ayudar al terapeuta a desarrollarse como tal;
Este desarrollo no es desordenado sino que sigue un patrón predecible en función de la evolución de la epistemología del terapeuta, es decir, de cómo es capaz de conceptualizar los casos que enfrenta y la esencia de su misma práctica;
Existen, por ende, cinco niveles de desarrollo epistemológico que van del aprendiz al maestro/a pasando por el practicante, el terapeuta propiamente dicho y el experto,
Cada uno de los cuales se puede identificar con ciertas preguntas clave,
Que el/la supervisor/a pueden emplear para aquilatar en qué nivel se encuentra un supervisado con el fin de propiciar su evolución al nivel inmediato superior
Por medio de otras preguntas también específicas para cada nivel.
El libro aborda muchos otros temas: un mapa de cómo asesorar eficazmente, una discusión sobre cómo este metamodelo revoluciona no sólo la práctica y la formación de la terapia sino su participación en una sociedad cada vez más individualista y crematística, etc. Pero es sobre estos cinco niveles que versó el conversatorio que impartí hace unos días y que comparto a continuación: el resumen más claro de mi metamodelo del desarrollo del terapeuta.
A menudo me preguntan ¿cuál es mi enfoque en psicoterapia? La respuesta es: ¡No tengo un enfoque! Y eso es lo mejor que se puede hacer.
En este video explico por qué, poniendo como ejemplo las artes marciales; además, describo brevemente la evolución reciente de las ideas integrativas en terapia y cierro exponiendo por qué la Clave Emocional no pretende ser una “escuela” o “enfoque” sino una serie de principios fundamentales aplicables dentro de cualquier escuela o enfoque.
Fui entrevistado hace unos meses para el próximo Boletín Relates sobre “Emociones en Terapia Familiar“. El resultado es una videoconferencia en que expongo con claridad los principios que animan mi forma de trabajar con emociones en terapia familiar y doy algunos consejos a los terapeutas para que aprendan a “ampliar su registro emocional”.
Agradezco a Javier Macías por la entrevista y la estupenda edición del video.
En este video el Prof. Esteban Laso, educador en ambas instituciones, en el Instituto Tzapopan y la Universidad de Guadalajara, México, nos habla de la importancia de las emociones en los procesos de Terapia Familiar y en su utilidad como recurso terapéutico.
Varias de estas ideas han tomado cuerpo en el capítulo de un libro que será presentado en las X Jornadas Internacionales RELATES, en Junio de este año, en el cual propongo una “receta para cocinar intervenciones sistémicas emocionalmente potentes”; una contribución personal a la recuperación de las emociones en el ámbito de la terapia familiar (de la que ya he hablado antes).
Ampliaré esta “receta” en un taller dentro de las mismas Jornadas, que incluirá, posiblemente, un ejemplo in vivo de trabajo terapéutico.
A continuación, la presentación que he usado en la conferencia.
– Dirigido a: Psicólogos y psicoterapeutas de cualquier orientación; Estudiantes de psicología; público en general
– Resumen: En los últimos años se han dado descubrimientos que amenazan con revolucionar la psicoterapia como la conocemos: cambios en los métodos de diagnóstico, en la definición de los trastornos o desórdenes, en su abordaje terapéutico… A la luz de estos hallazgos, ¿tiene futuro la psicoterapia? Y si es así, ¿cuál?
– Dirigido a: Psicólogos y psicoterapeutas de cualquier orientación; Estudiantes de psicología (a partir del 2o año de carrera)
– Resumen: “El sueño es la forma que adopta la consciencia cuando estamos dormidos”. (D. Foulkes).
A principios del siglo pasado, Sigmund Freud publicó su magnum opus, “La Interpretación de los Sueños”, inaugurando una revolución en el estudio del significado y el simbolismo oníricos y convirtiéndolos en temas de estudio de la psicología. No pasó mucho tiempo para que sus ideas fueran desarrolladas en múltiples direcciones por varios de sus discípulos y seguidores: Adler, Jung, Reich, Klein…; o para que surgieran valientes posturas contrapuestas, como la de Fritz Perls, fundador de la terapia Gestalt.
Sin embargo, en los últimos 50 años tanto la psicoterapia como la psicología en general se han ido apartando del estudio y trabajo con los sueños por varias razones: la dificultad inherente a investigar un fenómeno enteramente subjetivo, la pérdida de influencia del psicoanálisis, la inexistencia de un modelo teórico alternativo que brinde su gran poder explicativo sin padecer de sus problemas y la hegemonía en aumento de la terapia cognitiva “estándar”.
Como resultado, los terapeutas y psicólogos conocen, a lo sumo, los postulados freudianos o junguianos; ignoran los avances que se han dado en neurociencia y trabajo con el sueño en las últimas décadas; y carecen del marco teórico y el conjunto de técnicas que les permitirían incluir el trabajo con los sueños de manera provechosa en su práctica.
– Dirigido a: Psicoterapeutas practicantes de cualquier orientación o enfoque; Estudiantes de psicología o psicoterapia (a partir del tercer año de carrera); Coaches personales.
– Resumen: Creencias erróneas de los terapeutas
La investigación en psicoterapia de los últimos 40 años desmiente tres ideas altamente influyentes en el trabajo terapéutico:
La utilidad del diagnóstico tipo DSM para orientar una terapia o pronosticar su resultado: debido a la alta comorbilidad y a la artificialidad de la lógica de “cinco o más criterios por más de X semanas”, los diagnósticos son poco fiables.
La creencia de que “a cada trastorno debe corresponder un tratamiento específico”: salvo por las fobias circunscritas, cuyo tratamiento de elección es la exposición gradual, la mayor parte de los demás trastornos suelen responder igual a tratamientos muy disímiles. Los trastornos alimenticios, por ejemplo, se pueden tratar con terapia familiar, cognitiva, dialéctico-conductual, psicodinámica, o multimodalmente con terapia individual, de grupo y familiar combinadas; el pronóstico depende más de la gravedad inicial y la existencia de recursos contextuales y psíquicos que del tratamiento elegido.
– Lugar: ConCiencia – Especialidades Psicológicas; Francisco Salazar E10-59 entre Tamayo y 12 de Octubre, Quito, Ecuador.
– Informes e inscripciones: Tlfs: 26009115/ 0984471304; Email: [email protected]
– Dirigido a: Psicólogos y psicoterapeutas de cualquier orientación; Estudiantes de psicología (a partir del 2o año de carrera)
– Resumen:
“La razón es, y sólo debe ser, esclava de las pasiones”. (David Hume).
La investigación en psicoterapia de las últimas décadas confirma que para favorecer un cambio duradero y profundo es preciso abordar directamente las emocionas en el proceso terapéutico. Existen para ello una variedad de técnicas de probada utilidad, empezando por la empatía propiamente dicha, que pueden combinarse con casi cualquier enfoque terapéutico potenciando sus efectos. En este seminario revisaremos algunas de estas técnicas junto con la teoría que les da sentido y la forma en que pueden integrarse en la práctica de la terapia
Contenido del curso:
Cómo entender las emociones
Las emociones en diversas teorías
Fundamentos del trabajo terapéutico: empatía, resonancia y reflejo
Variedades de reflejo empático
Impartido por:
Dr. Esteban Laso Ortiz
(www.psicologiaenpositivo.com)
Universidad de Guadalajara/Instituto Tzapopan, Guadalajara, México
Psicoterapeuta, coach personal y psicólogo social
Master en terapia cognitivo social de la Universidad de Barcelona
Doctor en psicología social en la Universidad Autónoma de Barcelona
Conferencista y docente internacional
La empatía es una constante en los procesos contemporáneos de formación de terapeutas. Se insiste todo el tiempo en que deben “ser empáticos”, “ponerse en el lugar del paciente”, “reflejar sus sentimientos”… Se los reconviene si no lo hacen. A veces se les enseñan técnicas que, supuestamente, la favorecen; frases hechas como “debe ser duro para ti”, “me imagino lo que debes estar sintiendo”, “debes sentirte muy mal”.
El énfasis es sin duda apropiado: la investigación ha demostrado que la empatía es requisito indispensable para una alianza terapéutica exitosa y que los terapeutas que la demuestran son mejor valorados y más escuchados por sus clientes. Pero la definición es con frecuencia incorrecta –lo que conduce a un extravío en la enseñanza y la práctica. Pues ser empático no es “ponerse en la piel del otro” ni “compartir sus sentimientos”. Es una destreza mucho más compleja, potente –y mejorable.
Rogers: el pionero y su involuntaria confusión
No es extraño que se dé este malentendido; lo propició el mismo pionero de la empatía en psicoterapia, Carl Rogers, que da varias definiciones de ésta, cada vez más sofisticadas, a lo largo de su carrera. La más importante y recurrente hace uso de la metáfora –el tentáculo que extiende el lenguaje cuando busca palpar un territorio nuevo y desconocido: “entrar en el mundo perceptivo privado del otro volviéndolo familiar para nosotros”. Esta metáfora del “habitar”, tan fructífera, transmite algo de la “atmósfera” empática –pero poco de sus especificidades; es útil para insinuar sus efectos, no para propiciarla, estudiarla o aprenderla.
Pero cuando Rogers trata de precisarla diciendo “es vivir temporalmente la vida del otro, moviéndose en ella con delicadeza y sin hacer juicios de valor” contribuye, involuntariamente, a la infinidad de malentendidos que empañan el concepto y dificultan inmensamente la enseñanza y práctica de la psicoterapia hasta hace no mucho.
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